Este mes de diciembre he descubierto a Ángel Duarte (Cáceres 1937-2000). Es un artista singular y muy interesante por lo que me he decidido a escribir este post dedicado a él, un creador de abstracción geométrica, que es mi pasión, que conquistó el mundo y, como suele suceder en nuestro país, aquí pasó casi inadvertido.
Es paradójico que, como en muchos otros casos, Ángel no tuvo
una formación académica al uso. Trabajó en el taller de orfebrería de su tío
cuando era niño, y posteriormente en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid
junto con cursos en el Círculo de Bellas Artes.
Después emigró a París, en 1954 donde creó el colectivo artístico
Equipo 57, que recogía influencias del constructivismo ruso (también muy
interesante) y el neoplasticismo, adquiriendo un lenguaje formal abstracto
combinado con la intención de transformación social asociado a sus obras. A
partir de 1962 algunos de sus miembros fueron encarcelados por el franquismo y
otros abandonaron París y en 1966 se disolvió finalmente.
Después emigró a Sion, Suiza, donde continuó con su carrera
en solitario y formó parte del movimiento de arte cinético europeo, llevando a
cabo proyectos de arte en el espacio público.
Aunque Duarte no tuvo formación científica, fue uno de los
primeros artistas en emplear medios informáticos para diseñar y tuvo un gran
interés por las matemáticas, sobre todo por el paraboloide hiperbólico (silla
de montar), a partir del cual construía sus esculturas, mediante rotación y
adición del mismo. Una figura geométrica utilizada en grandes edificios por Le
Corbusier. Duarte concibió siempre la abstracción no como una forma subjetiva e
individualista, como sucedía con los expresionistas abstractos como Pollock o
De Kooning, sino con una visión social y democratizadora del arte, al que a mí
también siempre me ha interesado mucho.
Las obras de Duarte permanecerán en Hervás, siguiendo la
petición del artista antes de morir, una vez termine la exposición.