miércoles, 16 de septiembre de 2015

De la piel del corazón del pintor

(Relato seleccionado por el concurso "Amores" de Letras con Arte y publicado en su recopilatorio)


Cada mañana mi corazón se despereza pausado. Las horas de reposo consumidas empujan a mi conciencia hacia un nuevo reto creativo cuando la luz del astro rey inunda mi balcón. Me he llenado de ideas. He podido vaciar mi receptáculo del cansancio y estoy dispuesto a dejar salir todas las propuestas que mi tarea requiere. El lienzo en blanco me sonríe cuando llego al estudio y me abre sus brazos, dispuesto a que matice y enriquezca su blanquecina tez. Así que doy la libertad a mis manos para que acaricien la tela con el pincel mágico desatador de colores e imágenes y se produzca el milagro de la creación. La confluencia de mi amor por la pintura y la mágica combinación de tonalidades alumbran un nuevo ejemplo de abstracción onírica que cubrirá un pedacito más de la piel de mi corazón.


martes, 15 de septiembre de 2015

Hay otros mundos interiores

Hoy he circulado por Dhaka y observando las gentes y los lugares en los que transcurre su vida me he hecho una reflexión. Me pregunto si en su batalla diaria por sobrevivir, en unos casos, por sacar adelante una familia que vive en la indigencia en otros, o simplemente por mantener una existencia decrépita en un circundante del que no tienen ninguna esperanza de salir, debido al clasismo y la segregación existentes, queda espacio u ocasión para la reflexión interior, para el amor, para los hobbies e, incluso, para la risa.

Desde nuestro punto de vista occidental sin duda que no lo hay, pues imaginamos de forma casi instintiva que todos ellos son desgraciados, viven tristemente y consideramos que su mayor fortuna sería salir del mundo en el que viven.

Pero, ¿acaso hemos preguntado en alguna ocasión a algún habitante de estas lindes u otras similares por tan pejiguera cuestión? Sin duda la respuesta es no. Y por tanto, debemos concluir que nuestra respuesta y opinión son completamente infundadas y escoradas en una determinada dirección a la que el consumismo y el capitalismo nos dirigen.


Sí, hoy he concluido que una vida, por tremenda que sea, ha de estar compuesta de todo eso. A la miseria y la necesidad, obligatoriamente han de acompañarles, aunque sea en pequeños intervalos, la felicidad, la amistad y todas las pasiones humanas. Y estoy por completo convencido que descubrir cómo se transmutan y experiencian ellas en estas personas será materia sustanciosa para una gran novela.

viernes, 11 de septiembre de 2015

AMISTAD

La amistad es permanecer junto a tu amigo en silencio durante horas sin sentirte incómodo ni tener la necesidad de hablar si no te apetece.

Ayuda
Magnetismo
Implicación
Sinceridad
Tolerancia
Agradecimiento

Disponibilidad

jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi vida en rosa

Soy un privilegiado. Tengo la enorme suerte de haber nacido y de vivir en el primer mundo, en democracia, dentro de una familia honrada y estructurada. Tengo cubiertas todas mis necesidades vitales, un trabajo con el que disfruto y salud para afrontar todo lo que pueda acontecer.

Puedo ducharme todos los días con agua caliente si lo deseo, decidir si ingiero comida casera o lo hago en un restaurante, elegir qué canal de televisión miro, navegar en internet sin censura e incluso publicar mis opiniones libremente.

No siento el miedo de una posible guerra cercana, ni del hambre o la inseguridad al salir a la calle. La gente que vive en mi entorno no arrastra odios encallados históricamente por decisiones políticas del pasado ni por motivos religiosos. Puedo, de hecho, declararme públicamente ateo sin mayor consecuencia que una pequeña discusión con mi padre.

Si me caso o no, o tengo novio o novia y vivo con él o ella sin registro matrimonial, tanto da. Puedo votar a Izquierda Unida o a un partido conservador. También elegir no votar, y todo ello sin que nadie me obligue directa o subrepticiamente a hacerlo.

Sé que si alguno de mis hijos, mi mujer o yo enfermamos, podemos acudir a un médico y desde luego, veo el riesgo de morir por una enfermedad que no haya podido ser tratada, prácticamente inverosímil.

Si fuera creyente debería dar gracias cada día de mi vida a ese Dios que el catolicismo se emperra en definir como regulador de la culpa y que, según ese mismo pensamiento, nos ha creado a su imagen y semejanza.

Pero es demasiado, no puedo hacerlo. No creo en ello, por más que me encantaría tener ese resquicio de abrigo al que acudir cuando no queda nada más: la fe.

Pero yo doy las gracias cada día, cuando me levanto y elijo la ropa que quiero ponerme y cómo combinarla. Pongo en marcha mi coche con la gasolina que he pagado sin problema y me dirijo al trabajo tras llevar a mis hijos al colegio que hemos elegido. Sé que por muchos y muy grandes problemas que ocurran en el día de hoy, al final del mismo o como máximo la semana o el mes en curso, estarán resueltos. Mi vida continuará siendo afortunada y nada perturbará ese mínimo básico de bienestar que el mundo privilegiado (la vieja Europa) nos proporciona.

Sí, definitivamente, he decidido dar las gracias a Europa, a ese sentimiento, de algún modo común, pero diverso, entre los habitantes de este viejo continente, otrora tremendo y temido por sus guerras encarnizadas pero ejemplo de convivencia y progreso hoy en día.

Sé que mañana seré tan afortunado como hoy, si no más, y es mi objetivo transmitir la enorme fortuna que tenemos a mis hijos para que ellos valoren cada día de su vida y todo lo que ella les da.

 El negativo de mi situación es la de mi amigo Abdul Karim: Palestino refugiado en Damasco, casado y con dos hijos de iguales edades a las de los míos, hemos trabajado juntos durante quince años.

Su casa ha sido abatida por los bombardeos del régimen de Bachar al Assad. Ha tenido que cambiar de domicilio cuatro veces en el último año huyendo de la guerra. Sus hijos no pueden acudir al colegio y todo el fruto de su trabajo ha sido destrozado.

Cuando hablo con él por skype siempre tiene una sonrisa y un comentario amable diciéndome que todos están bien y siguen vivos. Un comentario tan extremadamente duro e insituable en nuestra cultura como ése, es su saludo cotidiano. Mi estremecimiento, cuando lo escucho, queda enmascarado por esa pátina de tranquilidad que dan los miles de kilómetros que nos separan de la antaño espléndida Damasco.

Intuía que Abdul Karim tenía un espíritu positivo. Pero lo he descubierto ahora, precisamente en la adversidad y la penuria que le ha tocado involuntariamente vivir. Me ha demostrado que su carácter y posición ante la vida no ha cambiado. Y veo cuánto debo aprender de él. Yo, que aun siendo positivo y dando gracias por todo lo que tengo, acuso días de abatimiento y pesimismo sin medida.


Amigo, te doy las gracias por esa lección de vida y rezo al dios católico de la culpa, al musulmán de la entrega y a mi vieja Europa porque la guerra termine y tu vida vuelva a ser como te mereces.