viernes, 30 de octubre de 2015

VIVAN LAS REBAJAS

Comenzaba la segunda semana de rebajas y la vorágine inicial de buscadores de chollos había pasado. Pablo era un comprador habitual de la tienda que C&A tenía en el Paseo Independencia de Zaragoza. Moreno, de ojos verdes, con casi dos metros de estatura y una musculatura voluminosa, su labia de adjetivo locuaz le permitía tener sexo fácilmente con casi cualquier chica a la que le echase el ojo en la discoteca.
Sin embargo, las dos últimas noches que había salido de fiesta, no había conseguido llevarse a ninguna a la cama y, por ello, estaba despechado. Aquella tarde de julio, cuando se levantó de la siesta empalmado, se descubrió pensando de nuevo en la dependienta de C&A. No sabía su nombre. Era morena, con una melena despuntada y suficientemente larga. Utilizaba poco maquillaje y en realidad tampoco lo necesitaba pues era muy atractiva, ojos azul claro y labios siliconados. El uniforme de verano le realzaba un culo prieto y los dos últimos botones del top que ella dejaba desabrochados desembocaban en un canalillo de vicio. La chica estaba habitualmente en los probadores. Sus miradas se habían mantenido ya en varias ocasiones, lo que le indicaba que ella mostraba también un cierto interés por él.
Así que decidió pasar por la tienda y ver si podía quedar con ella. Salido como iba por la falta de sexo, se vistió con un pantalón corto muy apretado que remarcaba sus fibrados muslos y una camiseta de tirantes de las de tiro amplio que dejaba al descubierto lateral unos abdominales híper definidos. Llegó media hora antes de cerrar, pues imaginó que habría menos gente y decidió probarse unos cuantos speedos. Cuando pasó para que le diera la ficha mostró los que había seleccionado mientras le miraba descaradamente las tetas. Ella pareció ruborizarse pero no apartó la mirada tampoco en aquella ocasión. Pablo notó una ligera tirantez en los pezones de la chica lo que le puso aún más perraco.
Se dirigió hacia el final de los probadores y se introdujo en el último. Se quitó la camiseta y las zapatillas. Aguardó un momento y dejó la cortina ligeramente abierta para ver si ella se acercaba. Cuando la vio aparecer con varias prendas, se puso de espaldas mostrando su culo y su espalda fornida y comenzó a bajarse el pantalón lentamente. Dejó su slip azul celeste sin quitar y cuando fue a bajarlo decidió girar la cabeza para comprobar si ella estaba mirándole.
Sus ojos no llegaron a encontrarse pero la vio que hacía como si estuviera recogiendo prendas del probador de enfrente. Se había desabrochado un botón más y las dos tetas parecían querer rebosar aquel escote. Pablo estaba ya completamente duro, de manera que se volvió ligeramente quedando de lado y actuó como si no se hubiera dado cuenta de que ella estaba allí. Agarró con la mano izquierda el slip que llevaba puesto y se lo bajó hasta la rodilla, dejando su miembro, completamente erecto al descubierto. A continuación se lo agarró con la derecha y comenzó a menearlo con movimientos muy sensuales y poco a poco fue abriendo la cortina.
La sorprendió sentada en frente. Se acariciaba el pubis mientras lo miraba. Pablo se puso a cien. Retiró por completo la cortina y le pidió que se sacara las tetas y se las tocase.
Ella le obedeció, cogió cada pecho con una mano de fuera hacia adentro y se los masajeó sensualmente. Después se bajó el pantalón, dejando al descubierto un diminuto tanga. Pablo cruzó el pasillo y lanzó su lengua a uno de los pezones. Le babeó el canalillo mientras le agarraba el culo con fuerza y le abría las piernas para colocarse en posición de penetración. Ambos habían perdido por completo el control y no parecían darse cuenta de que en cualquier momento podía entrar alguien. A la chica le sonó un pitido en el teléfono que llevaba y le pidió que la siguiera hasta la última puerta del pasillo de probadores que era una salida de almacén. Se adentraron casi desnudos y cerraron con llave por dentro. No disponían de mucho tiempo pues la tienda estaba a punto de cerrar.
Pablo aceleró. Tumbó a la chica en el suelo y le abrió las piernas cogiéndoselas por los tobillos. Dirigió su boca a aquella fuente de placer que era un pubis rasurado y trabajó con ahínco su botón de placer. Lamió y mordisqueó provocando la locura de aquella diosa que tenía bajo su cuerpo. Cuando los gemidos terminaron en una dulce muerte de placer, adelantó su cuerpo y, poniéndose en cuclillas le ofreció su sable para que lo saborease.
Ella le llevó al límite de la eyaculación, pero se concentró y aguantó pues quería terminar dentro de ella. Se colocó la goma y se tumbó en el suelo para que la chica pudiera cabalgar a placer. Colocó sus brazos bajo la nuca y se abandonó a la follada más espectacular que jamás había vivido y que terminó en un orgasmo y eyaculación incontrolados. Tras la descarga de placer, quedaron tumbados en el suelo y sin darse cuenta, Morfeo los arrancó del mundo despierto para llevárselos muy lejos.

Cuando despertaron se miraron el uno al otro y se vistieron rápidamente. Salieron del almacén y comprobaron que todo estaba a oscuras. Se dirigieron a la puerta de la tienda y vieron que el centro comercial estaba cerrado. Miraron apresuradamente el reloj, que marcaba las tres de la madrugada y, con una sonrisa pensaron que aún disponían de unas horas hasta que volvieran a abrir las puertas, esta vez ya sí, sin estrecheces ni acelerones y se volvieron a dedicar al placer mutuo y la lujuria.