viernes, 30 de julio de 2021

La casa de huéspedes - mi crónica de lectura

Resulta muy placentero encontrarse con una novela casi por sorpresa y descubrir que puede introducirte en un mundo propio, en un universo diferente, imaginativo, lleno de magia y de misterio para alejarte un poco de tanta novela de género que abunda en estos tiempos.

Y cuando eso sucede con un autor de aquí, de Castellón, la sorpresa todavía es mayor.

La casa de huéspedes ha resultado ser un soplo de diversidad para mis lecturas de verano. Francesc Gómez Guillamón ha creado un universo fantástico propio. Ha dimensionado su historia dentro de una casa que recibe a todos aquellos personajes que necesitan protección, que se salen de la norma, que son diferentes y no encajan en sus mundos. Y ha creado fenómenos y seres desconocidos para mí mucho más allá de las típicas criaturas de la literatura fantástica, como los vampiros, los fantasmas o los hombres lobo.

En su casa podemos encontrar un dios del azúcar, que no puede controlar su capacidad para crear alimentos dulces, una Dama Blanca, que puede leer y encontrar la verdad de la esencia humana dentro de cualquiera, una sacerdotisa egipcia capaz de crear un ser de arena al que dotarlo con vida humana o un gentleman que puede predecir el futuro de las personas que les rodean, por nombrar unos cuantos.

Su narrativa es ligera, fresca, animosa y muy entretenida. Es como cuando de niño lees un cuento y te maravilla de tal forma que puedes llegar a creerte que es cierto todo lo que cuenta.

La lucha del bien contra el mal está presente de una forma muy singular, algo que le da un cierto carácter clásico a la novela, pero Francesc lo reviste de singularidad propia, diferente, al menos, a todo lo que yo he leído hasta ahora.

Francesc tiene ya una dilatada trayectoria como escritor de literatura fantástica. Yo lo he descubierto con La casa de huéspedes, pero, tras leer su final, que invita o deja entrever una continuación de la novela en una futura entrega, creo que seguiré con su mundo, con sus criaturas, con Minnie y su ambivalencia ingenuidad/fortaleza, con todos los seres creados por él y habitantes de la fantástica casa en la que a mí, si soy sincero y lo confieso, también me gustaría vivir.

Un diez para esta novela que me ha refrescado, entretenido e intrigado a partes iguales.

La recomiendo a todos, adolescentes, pocolectores o lectores empedernidos. Os encantará.

jueves, 29 de julio de 2021

Redes A-sociales

Llevo un tiempo reflexionando sobre la vida paralela que todos llevamos y surcamos en la red. Esa vida que se caracteriza por lo intangible, lo electrónico, tan efímero, a menudo superficial y las más de las veces constreñido por un algoritmo definido por un cerebro informático alejado miles de kilómetros de aquí.

¿Para qué nos sirve tener esta vida alternativa a la nuestra?  ¿Qué obtenemos de ella? ¿Placer? ¿Reconocimiento? ¿Diversión? ¿Egolatría? ¿Se os ocurre algún otro sustantivo que podamos adjudicárselo también, no sé, altruismo, compañerismo, solidaridad, compañía…?

Seguramente para cada persona su vida virtual lo es y la tiene por una infinidad de motivos diversos que la harán necesaria en unos casos, obligatoria en otros o quizá prescindible.

En mi caso y después de tanta reflexión como digo no sé muy bien cómo catalogarla, pero me surgen muchas preguntas sin respuesta, cuando, en realidad, la respuesta evidente es que simplemente es irreal.

Pongo algunos ejemplos, dos en concreto, uno de Facebook (la red social para los talluditos… o sea, los del siglo XX como yo, o la “red de abuelos” como dice mi hijo adolescente”. Si recopilo mi vida virtual en “Caralibro” tengo 736 “face-amigos”. Hoy me ha dado por entrar a mirarlos a todos ellos y la cantidad de gente que desconozco por completo me ha dejado estupefacto. Fruto, en unos casos, de ciertas quedadas virtuales, en otros, de amigos de amigos, y en casi todos, del único afán de acumular por acumular sin ningún sentido. Dicen las malas lenguas que el algoritmo de Facebook te hace interrelacionarte o mirar las publicaciones de un máximo de 25 de tus amigos. Yo diría que incluso de menos, sobre todo cuando, como yo, mi actividad en la red para con los otros es dar un “like” o, en pocas ocasiones, añadir un pequeño comentario. 736 supuestos amigos, de los que apenas conozco verdaderamente a 100 y de los que tengo una relación habitual con menos de 30. No hablo de amistad porque la amistad se tiene que cultivar en la distancia corta, en mi opinión. Entonces me digo, este elevado número va bien para la promoción de mis novelas y tal… me cuento al oído este cuento… para convencerme pero es que luego resulta que hago una presentación de una novela o publico un “post” que lleva al blog que escribo Loabsolutonoexiste y de los likes que recibo, apenas el 10% han terminado acompañándome en la presentación o leyendo realmente el post. O sea, likes por likes sin más y para nada más que poner el simbolito del pulgar hacia arriba. No voy a ser cínico, yo también doy likes sin  ton ni son a veces… entono yo primero el mea culpa.

El otro ejemplo, aún más disparatado es “Tik Tok” la última red social a la que me he apuntado para surcar por las ondas y publicaciones que mis hijos ven a diario y ver de qué va la cosa. Si mis “éxitos” publicativos en Facebook tenían como la mejor puntuación (entendiéndola como likes) una ridícula cifra de 85, que a mí ya me parecía una barbaridad, llego a Tik tok, subo un mini vídeo de 10 segundos de una tarta Red Velvet que hice con mi hijo y llego a 1200 visualizaciones. ¿Perdón? ¿Alguien me lo explica? Bueno, yo sí me lo explico, es la dinámica de la propia red que te va sugiriendo mini hipo micro videos de 1 segundo. O sea, 1200 visualizaciones a saber si de más de 1 segundo cada una. Aquí sí que ya rozamos la artificiosidad de la artificialidad.

La verdad, estoy cansado de Facebook, LInkedin, Instagram, Tik Tok, YOutube, Twitter… al que sigo sin encontrarle el punto. Cansado de la nada. Cansado de no tener profundidad, de pasar de puntillas por todo cuando no se trata únicamente del flash. Cansado del exceso, del sinsentido, de los influencers, de todos los que acaban en -ers, de tener que retratar todo lo que haces, piensas, sueñas, comes, visitas, o compras. Cansado de sentirme mal si lo hago y también mal si no lo hago en absoluto. Cansado de la poca sociabilidad de las redes sociales. Cansado de la hipocresía de las mismas. Cansado, en definitiva, de la vida del siglo XXI, virtual, irreal, efímera e instantánea.

Sí, me hago mayor, quizá viejo, eso diría cualquiera de mis hijos adolescentes. Y yo, frente a este cansancio, me refugio en los libros de papel, en la música, en el paseo, en la conversación con los míos, en el tiempo de calidad en familia, en la escucha de mis mayores.

¿Adónde vamos? ¿Adónde va la juventud? ¿Adónde se dirige la vida virtual? ¿Qué locura surgirá dentro de 10 años que dejará Tik Tok o Twich a la altura del betún?

Solo de ponerme a pensarlo me da dolor de cabeza y la verdad, a los 50 el dolor de cabeza hay que pararlo en cuanto empieza si se quiere terminar con él.

Ya tengo próxima lectura: INDEPENDENCIA, de Javier Cercas (en papel, con un té con cúrcuma y una suave melodía de jazz).

Feliz verano real para todos.

jueves, 22 de julio de 2021

Mi yo ficcionado

Tenía yo 17 años y comenzaba a trompicones COU. Había conseguido pasar de curso por los pelos gracias a que el chantaje emocional de mis padres hacia el profesor de literatura dio su fruto y sucumbió a la presión.

La asignatura de literatura fue el escollo que no pude solventar durante los largos dos meses y medio de verano que me tiré malestudiando medioencerrado en mi habitación bajo la amenaza de sacarme del colegio en el que llevaba toda mi vida adolescente y meterme de lleno a trabajar en el campo con mi padre si no conseguía recuperar las seis asignaturas que me habían caído.

Aunque la perspectiva de pasar semanas de calor infinito rodeado de libros en una habitación de tres por cuatro metros me parecía horrorosa, todavía era peor imaginarme pasándolas bajo el sol abrasador podando vides, arrancando capitanas de campos infinitos o retirando piedras a un remolque para que la cosechadora no recibiese golpes.

Así que me entregué al tedio de las páginas y volúmenes de mis libros de filosofía, francés, geografía, historia y latín. Eso sí, con la literatura no pude. Fue superior a mí. Pero, aún con todo, mis padres presionaron y el hermano Eladio, que es como se llamaba el profesor de literatura, aceptó aprobarme con un cinco raspado en septiembre.

COU era otra cosa: era más libertad. porque en el tiempo de recreo salíamos a la calle; era jornada continua, dejándonos las tardes para nuestra vida; era la cercanía con la mayoría de edad, la proximidad de la universidad, las chicas, el alcohol, algún que otro porrete y por supuesto, mis primeras vacaciones sin padres. Es lo que me habían prometido: si aprobaba COU podría irme con mis colegas una semana a Ibiza. Era un buen aliciente, la verdad, así que me comí mi propia dejadez y me bauticé en la rutina del estudio y la constancia, pero aun así no pude hacerlo desde un punto de vista formal.

Sí, conseguiría aprobar, en algunas asignaturas incluso destacar, pero yo iba a mi rollo, con el pelo cardado, la camisa por fuera y las tachuelas e imperdibles colgados de ella.

Recuerdo que había un fraile, el que nos daba geografía, que siempre me interpelaba, casi a gritos, diciéndome:

—Pérez Benedicto, pero ¿cómo puedes sacar tan buenas notas con esos pelos de punta?

Y yo, dentro de mí, le metía un petardo entre las piernas y le pegaba fuego al capullo. Me descojonaba viendo cómo se quemaba y pedía clemencia mientras yo le respondía:

—¡Ahora sí que se te van a poner a ti los pelos de punta, cabrón!

Y así terminé COU, aprobé, me fui a Ibiza, me enrollé con un par de tías de buen ver y, con todo mi odio hacia la literatura por la mala vida que me había hecho pasar, terminé dedicándome al periodismo y comencé a escribir novelas, oficio del que vivo en la actualidad.

¡Anda que si me viera hoy en día el hermano Eladio! ¿Qué me diría?

sábado, 17 de julio de 2021

Descubrimiento musical de julio-2021: SUE AVENUE

Ibiza Blue

El descubrimiento musical de julio viene acompañado de una tendencia muy habitual en la generación Z. Mis hijos, por ejemplo, adolescentes, escuchan mucha música en Spotify pero jamás investigan quién es el artista que está detrás de un tema que les gusta ni qué otras canciones o composiciones ha realizado el mismo. Son efímeros, puntuales y sin transcendencia.

Y algo así me ha pasado con varios compositores que he descubierto este mes, de quienes ha sido complicado conocer algo más que sus canciones. Finalmente he elegido a este, cuyos ritmos house me han cautivado.

Sue Avenue es el alter ego del productor musical belga Pieter Santens que además compone, diseña instalaciones de video creación y videoarte.

Su filosofía acerca de qué es la música y cómo el sonido puede llegar a convertirse en una canción, cuál es el proceso de creación y cuál la relación entre la realidad visual y las sugerencias auditivas que pueden unirlo es muy interesante.

Como Dj ha pinchado en clubs o festivales y como productor musical ha trabajado en sellos de música house como King Street o Nervous Records. Algunos de los temas que ha compuesto han sido interpretados por pesos pesados del house como Louie Vega o Pete Tonge.

En definitiva, Ibiza blue, el tema con el que yo lo he descubierto es una pieza maestra que aúna funk con soul y ritmos house. Una estructura clásica de música bailable traída con arreglos al siglo XXI que te permite escucharla en bucle sin que parezca que se está repitiendo. ES esa su mayor magnificencia.

Si os apetece chillear (parafraseando a mis hijos adolescentes), ponéosla, abrid una birra y ¡a disfrutar de las tardes veraniegas!


miércoles, 14 de julio de 2021

El corazón de Inglaterra (Jonathan Coe) - mi crónica de lectura

Es muy interesante leer un libro que habla del período pre-Brexit una vez que el mismo se ha producido ya. Jonathan Coe ha escrito una novela magistral sobre la vida de un grupo de ingleses, personajes de otros libros suyos anteriores a los que retoma ahora, en la Inglaterra contemporánea pre Boris Johnson.

He descubierto a Jonathan con esta novela y la verdad es que me ha enamorado. Trata con maestría, con cinismo y con fina ironía británica las diferencias entre la vida cosmopolita en Londres y el resto del país y su idiosincrasia.

Su crítica a la generación de políticos irresponsables, empezando por Cameron (niños pijos de Oxford) que llevaron al país a una fragmentación no imaginada y a un clima de tensión clasista que condujo a la ruptura del mismo es magistral. La candidez, por no decir la absoluta incapacidad de los mismos para prever lo que podría suceder con una votación a favor de la salida de la Unión Europea es retratada por Coe del modo en que seguramente ocurrió en la sociedad británica contemporánea. Resulta muy interesante leer las perspectivas y expectativas que, quienes organizaron la votación por el Brexit (que incluso ellos llamaban al principio Brixit sin enterarse de lo que el pueblo sentía y usaba) consideraron a la hora de plantearlo, partiendo de la base de que el resultado sería un NO. Es lo que tiene jugar con fuego, que te puedes quemar. La crítica a David Cameron es total, después de organizar semejante pifostio, provocar la salida, el caos y luego dejar todo el marrón al que venga después (en este caso a la que vino después), tras su dimisión.

Más brillante todavía resulta el episodio de hiper corrección política que sufre Sophie, por un comentario absurdo e irrelevante a una estudiante transgénero, algo que nos debería hacer reflexionar sobre lo imbécil que se está volviendo esta sociedad.

Las relaciones entre la prensa y la clase política pre-Brexit, la parodia social de ciertos políticos, el momento social que se vivía en Inglaterra, el desprecio por los inmigrantes, la gran mentira que el gobierno de Cameron fabricó y vendió (eficazmente) consiguiendo un SI, todo ello queda retratado de forma muy interesante por Coe.

Una novela que transcurre en un escenario, una Inglaterra partida por la mitad, corroída por el racismo, el resentimiento de clase y el miedo al futuro, ¿nos suena de algo por cierta parte de la geografía española?

El corazón de Inglaterra me merece un 10. Una lectura refrescante, alejada de novela histórica y demás géneros de los que me encontraba saturado, hilarante por momentos, muy ácida en otros, reveladora de lo que el hecho de jugar con riesgo y con los sentimientos de la población puede causar y por encima de todo muy entretenida.

Me lanzo ya a por sus anteriores novelas que prometen, época Thatcher y época Blair.

La recomiendo al 100%.

sábado, 10 de julio de 2021

La función que sale mal - Teatro Calderón (Madrid)

Última tarde de vacaciones. 37 grados en las calles de Madrid y muchas ganas de ver la función que tan buenas críticas ha recibido en los últimos tiempos. La primera maravilla, el Teatro Calderón, escenario en el que se representa. Vista privilegiada desde el palco número 9 desde el que observo el teatro lleno. Es evidente la necesidad y las ganas de los espectadores de acudir y de disfrutar de una buena obra. Y ésta, La función que sale mal, lo merece. Las críticas han sido generosas con ella y el éxito, arrollador. Estrenada en el West End de Londres en 2012, sigue triunfando, nueve años después con más de nueve millones de espectadores en su haber, que no es ninguna broma. En Madrid lleva ya dos años en cartel y hoy era el estreno en el Calderón, en un ambiente veraniego, tranquilo, feliz por la comunión que se extiende entre los asistentes.

El principio nos deja noqueados. Hay una pre-función en la que algunos de los actores interactúan e interpelan al público que participa, de algún modo, en la preparación del escenario. Muy divertido. Pero mucho más lo es el comienzo.

Nos quedamos paralizados ante una dramatización a camino entre el histrionismo de la gestualidad de las películas de cine mudo, la exacerbada verbalización de los actores declamando el texto (que por momentos parecen olvidar y por otros, les es chivado) y la paranoia desconcertante de un escenario que se cae a trozos junto con un argumento de lo más intrigante.

La obra cobra cuerpo, interés, esencia y desternillamiento al avanzar en su trama. La actuación de sus actores es soberbia, la de alguno de ellos especialmente disparatada, divertida, empática y desde luego sus exageraciones y su sobreactuación premeditada favorecen que el público estalle en una carcajada casi continua e hilarante.


Hay momentos especialmente brillantes, como cuando la protagonista es sustituida por la regidora, magnífica, o cuando el hermano del asesinado hiperactúa gestualmente, baila, mueve su no-perro o simplemente muere.

Por momentos, desconecto de lo que está sucediendo porque las lágrimas me caen a borbotones de la risa que me provoca una función como nunca antes había experimentado.

Hay un episodio en bucle, en el que la misma escena se repite de forma cada vez más acelerada hasta en cuatro ocasiones que termina en una espiral de caos, risa, carcajada y locura hiperdivertida.


La función que sale mal
tiene un no-título. Su resultado es fantástico, perfecto, divertido, único y perfecto para terminar unas vacaciones que han estado plagadas de momentos en familia, para recordar en los meses que vendrán. Una obra que, si gira por el resto de España no debéis perderos. Lo vais a pasar de fábula.