¿Para qué nos
sirve tener esta vida alternativa a la nuestra?
¿Qué obtenemos de ella? ¿Placer? ¿Reconocimiento? ¿Diversión?
¿Egolatría? ¿Se os ocurre algún otro sustantivo que podamos adjudicárselo
también, no sé, altruismo, compañerismo, solidaridad, compañía…?
Seguramente para
cada persona su vida virtual lo es y la tiene por una infinidad de motivos diversos
que la harán necesaria en unos casos, obligatoria en otros o quizá
prescindible.
En mi caso y
después de tanta reflexión como digo no sé muy bien cómo catalogarla, pero me
surgen muchas preguntas sin respuesta, cuando, en realidad, la respuesta
evidente es que simplemente es irreal.
Pongo algunos
ejemplos, dos en concreto, uno de Facebook (la red social para los talluditos…
o sea, los del siglo XX como yo, o la “red de abuelos” como dice mi hijo
adolescente”. Si recopilo mi vida virtual en “Caralibro” tengo 736 “face-amigos”.
Hoy me ha dado por entrar a mirarlos a todos ellos y la cantidad de gente que
desconozco por completo me ha dejado estupefacto. Fruto, en unos casos, de ciertas
quedadas virtuales, en otros, de amigos de amigos, y en casi todos, del único afán
de acumular por acumular sin ningún sentido. Dicen las malas lenguas que el
algoritmo de Facebook te hace interrelacionarte o mirar las publicaciones de un
máximo de 25 de tus amigos. Yo diría que incluso de menos, sobre todo cuando,
como yo, mi actividad en la red para con los otros es dar un “like” o, en pocas
ocasiones, añadir un pequeño comentario. 736 supuestos amigos, de los que
apenas conozco verdaderamente a 100 y de los que tengo una relación habitual con
menos de 30. No hablo de amistad porque la amistad se tiene que cultivar en la
distancia corta, en mi opinión. Entonces me digo, este elevado número va bien
para la promoción de mis novelas y tal… me cuento al oído este cuento… para
convencerme pero es que luego resulta que hago una presentación de una novela o
publico un “post” que lleva al blog que escribo Loabsolutonoexiste y de los likes que recibo, apenas el 10%
han terminado acompañándome en la presentación o leyendo realmente el post. O
sea, likes por likes sin más y para nada más que poner el simbolito del pulgar
hacia arriba. No voy a ser cínico, yo también doy likes sin ton ni son a veces… entono yo primero el
mea culpa.
El otro ejemplo,
aún más disparatado es “Tik Tok” la última red social a la que me he apuntado
para surcar por las ondas y publicaciones que mis hijos ven a diario y ver de
qué va la cosa. Si mis “éxitos” publicativos en Facebook tenían como la mejor
puntuación (entendiéndola como likes) una ridícula cifra de 85, que a mí ya me
parecía una barbaridad, llego a Tik tok, subo un mini vídeo de 10 segundos de
una tarta Red Velvet que hice con mi hijo y llego a 1200 visualizaciones.
¿Perdón? ¿Alguien me lo explica? Bueno, yo sí me lo explico, es la dinámica de
la propia red que te va sugiriendo mini hipo micro videos de 1 segundo. O sea,
1200 visualizaciones a saber si de más de 1 segundo cada una. Aquí sí que ya
rozamos la artificiosidad de la artificialidad.
La verdad, estoy
cansado de Facebook, LInkedin, Instagram, Tik Tok, YOutube, Twitter… al que
sigo sin encontrarle el punto. Cansado de la nada. Cansado de no tener
profundidad, de pasar de puntillas por todo cuando no se trata únicamente del
flash. Cansado del exceso, del sinsentido, de los influencers, de todos los que
acaban en -ers, de tener que retratar todo lo que haces, piensas, sueñas,
comes, visitas, o compras. Cansado de sentirme mal si lo hago y también mal si
no lo hago en absoluto. Cansado de la poca sociabilidad de las redes sociales.
Cansado de la hipocresía de las mismas. Cansado, en definitiva, de la vida del
siglo XXI, virtual, irreal, efímera e instantánea.
Sí, me hago
mayor, quizá viejo, eso diría cualquiera de mis hijos adolescentes. Y yo,
frente a este cansancio, me refugio en los libros de papel, en la música, en el
paseo, en la conversación con los míos, en el tiempo de calidad en familia, en
la escucha de mis mayores.
¿Adónde vamos?
¿Adónde va la juventud? ¿Adónde se dirige la vida virtual? ¿Qué locura surgirá
dentro de 10 años que dejará Tik Tok o Twich a la altura del betún?
Solo de ponerme a
pensarlo me da dolor de cabeza y la verdad, a los 50 el dolor de cabeza hay que
pararlo en cuanto empieza si se quiere terminar con él.
Ya tengo próxima
lectura: INDEPENDENCIA, de Javier Cercas (en papel, con un té con cúrcuma y una suave melodía de jazz).
Feliz verano real
para todos.
Concuerdo en lo expuesto y más. Hay que regresar de esta imbecilizacion ( incluyo aquí la palabra civilización) colectiva. Romper el juego. Te recomiendo un filósofo que trató esto:Jean Beaudrillar, sobretodo la noción de "hiperrealidad".
ResponderEliminarGracias. Lo investigaré y leeré.
ResponderEliminarMe he planteado esas dudas que comentas y esas ideas, pero si te das cuenta apenas llevamos tiempo con este tema, realmente la sociedad apenas lleva "jugando" poco más de diez años con las redes en Internet. Creo que tiene que gestionarse una cultura de su uso que nos sirva de verdad y supongo que eso está en proceso, pero los cambios culturales de relevancia siempre son lentos, en todas las épocas y lo que estamos viviendo es su cascaruja, una caspa comunicativa en la que no tenemos que caer. Creo que hay que observa, valorar, escoger lo mejor y usar sin ser usados.
ResponderEliminarSaludos y nos vemos alrededor de algún libro.
Emilio