jueves, 29 de julio de 2021

Redes A-sociales

Llevo un tiempo reflexionando sobre la vida paralela que todos llevamos y surcamos en la red. Esa vida que se caracteriza por lo intangible, lo electrónico, tan efímero, a menudo superficial y las más de las veces constreñido por un algoritmo definido por un cerebro informático alejado miles de kilómetros de aquí.

¿Para qué nos sirve tener esta vida alternativa a la nuestra?  ¿Qué obtenemos de ella? ¿Placer? ¿Reconocimiento? ¿Diversión? ¿Egolatría? ¿Se os ocurre algún otro sustantivo que podamos adjudicárselo también, no sé, altruismo, compañerismo, solidaridad, compañía…?

Seguramente para cada persona su vida virtual lo es y la tiene por una infinidad de motivos diversos que la harán necesaria en unos casos, obligatoria en otros o quizá prescindible.

En mi caso y después de tanta reflexión como digo no sé muy bien cómo catalogarla, pero me surgen muchas preguntas sin respuesta, cuando, en realidad, la respuesta evidente es que simplemente es irreal.

Pongo algunos ejemplos, dos en concreto, uno de Facebook (la red social para los talluditos… o sea, los del siglo XX como yo, o la “red de abuelos” como dice mi hijo adolescente”. Si recopilo mi vida virtual en “Caralibro” tengo 736 “face-amigos”. Hoy me ha dado por entrar a mirarlos a todos ellos y la cantidad de gente que desconozco por completo me ha dejado estupefacto. Fruto, en unos casos, de ciertas quedadas virtuales, en otros, de amigos de amigos, y en casi todos, del único afán de acumular por acumular sin ningún sentido. Dicen las malas lenguas que el algoritmo de Facebook te hace interrelacionarte o mirar las publicaciones de un máximo de 25 de tus amigos. Yo diría que incluso de menos, sobre todo cuando, como yo, mi actividad en la red para con los otros es dar un “like” o, en pocas ocasiones, añadir un pequeño comentario. 736 supuestos amigos, de los que apenas conozco verdaderamente a 100 y de los que tengo una relación habitual con menos de 30. No hablo de amistad porque la amistad se tiene que cultivar en la distancia corta, en mi opinión. Entonces me digo, este elevado número va bien para la promoción de mis novelas y tal… me cuento al oído este cuento… para convencerme pero es que luego resulta que hago una presentación de una novela o publico un “post” que lleva al blog que escribo Loabsolutonoexiste y de los likes que recibo, apenas el 10% han terminado acompañándome en la presentación o leyendo realmente el post. O sea, likes por likes sin más y para nada más que poner el simbolito del pulgar hacia arriba. No voy a ser cínico, yo también doy likes sin  ton ni son a veces… entono yo primero el mea culpa.

El otro ejemplo, aún más disparatado es “Tik Tok” la última red social a la que me he apuntado para surcar por las ondas y publicaciones que mis hijos ven a diario y ver de qué va la cosa. Si mis “éxitos” publicativos en Facebook tenían como la mejor puntuación (entendiéndola como likes) una ridícula cifra de 85, que a mí ya me parecía una barbaridad, llego a Tik tok, subo un mini vídeo de 10 segundos de una tarta Red Velvet que hice con mi hijo y llego a 1200 visualizaciones. ¿Perdón? ¿Alguien me lo explica? Bueno, yo sí me lo explico, es la dinámica de la propia red que te va sugiriendo mini hipo micro videos de 1 segundo. O sea, 1200 visualizaciones a saber si de más de 1 segundo cada una. Aquí sí que ya rozamos la artificiosidad de la artificialidad.

La verdad, estoy cansado de Facebook, LInkedin, Instagram, Tik Tok, YOutube, Twitter… al que sigo sin encontrarle el punto. Cansado de la nada. Cansado de no tener profundidad, de pasar de puntillas por todo cuando no se trata únicamente del flash. Cansado del exceso, del sinsentido, de los influencers, de todos los que acaban en -ers, de tener que retratar todo lo que haces, piensas, sueñas, comes, visitas, o compras. Cansado de sentirme mal si lo hago y también mal si no lo hago en absoluto. Cansado de la poca sociabilidad de las redes sociales. Cansado de la hipocresía de las mismas. Cansado, en definitiva, de la vida del siglo XXI, virtual, irreal, efímera e instantánea.

Sí, me hago mayor, quizá viejo, eso diría cualquiera de mis hijos adolescentes. Y yo, frente a este cansancio, me refugio en los libros de papel, en la música, en el paseo, en la conversación con los míos, en el tiempo de calidad en familia, en la escucha de mis mayores.

¿Adónde vamos? ¿Adónde va la juventud? ¿Adónde se dirige la vida virtual? ¿Qué locura surgirá dentro de 10 años que dejará Tik Tok o Twich a la altura del betún?

Solo de ponerme a pensarlo me da dolor de cabeza y la verdad, a los 50 el dolor de cabeza hay que pararlo en cuanto empieza si se quiere terminar con él.

Ya tengo próxima lectura: INDEPENDENCIA, de Javier Cercas (en papel, con un té con cúrcuma y una suave melodía de jazz).

Feliz verano real para todos.

3 comentarios:

  1. Concuerdo en lo expuesto y más. Hay que regresar de esta imbecilizacion ( incluyo aquí la palabra civilización) colectiva. Romper el juego. Te recomiendo un filósofo que trató esto:Jean Beaudrillar, sobretodo la noción de "hiperrealidad".

    ResponderEliminar
  2. Me he planteado esas dudas que comentas y esas ideas, pero si te das cuenta apenas llevamos tiempo con este tema, realmente la sociedad apenas lleva "jugando" poco más de diez años con las redes en Internet. Creo que tiene que gestionarse una cultura de su uso que nos sirva de verdad y supongo que eso está en proceso, pero los cambios culturales de relevancia siempre son lentos, en todas las épocas y lo que estamos viviendo es su cascaruja, una caspa comunicativa en la que no tenemos que caer. Creo que hay que observa, valorar, escoger lo mejor y usar sin ser usados.
    Saludos y nos vemos alrededor de algún libro.
    Emilio

    ResponderEliminar

Aguardo tus comentarios: