Tiene la primera novela de Juan Carlos Núñez un título
enigmático: Procesionaria.
Y a ese título le acompaña una trama de intriga, donde se
mezclan elementos, en principio tan dispares, como el tratamiento de un biólogo
para la eliminación del bicho en cuestión con la aparición de cadáveres que son
eliminados de forma sospechosa o la sumisión a ciertas filosofías
pseudorreligiosas de dudosa moralidad.
Y todo ello consigue Juan Carlos trenzarlo con mucho
interés, sin que parezcan elementos deslavazados, y sembrando una intención de
acceso a un clímax narrativo que crece y crece al avanzar en las páginas sin
desmerecer en ningún momento.
Lo que le sucede a su protagonista Estrella genera una
cierta ambivalencia que se contrapone a los sentimientos de Jonás y del señor
Alcanadre y es quizá el único punto que hace dudar al lector (o al menos a mí
como lector) sobre la forma en que el autor ha abordado ese personaje. Pero esa
duda es interesante. Te obliga a plantearte qué es lo que mueve a Estrella a
comportarse de ese modo y cómo (e incluso si) el autor va a redimirla.
Así que cuando la novela llega a su punto más álgido la
valoración del lector se ha decantado ya por uno de los dos lados de tal ambivalencia
y esa decantación acompaña la narración hasta su final.
Cuando terminé de leer La escalera del gallinero, (cuya
crónica de lectura reseñé en este mismo blog)
una amiga me recomendó leer Procesionaria,
pues le había gustado más que la anterior. Coincido con su criterio. Procesionaria
me ha mantenido pegado al libro, me ha llamado y me ha obligado a robar tiempo
de ocio a otros menesteres para adentrarme en la trama de intriga y muerte que
la nutren.
Así que mi enhorabuena, Juan Carlos, por una ópera prima tan
brillante, ahora remozada y reeditada en 2018
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