Querido
Laureano
Han pasado
más de veinte años desde la última vez que nos vimos y confío en que la vida te
haya tratado bien. He sabido hace muy pocos días que sigues viviendo en
Zaragoza y que continuaste dando clase en el colegio hasta que te retiraste.
Eso me llena de alegría porque significa que habrás insuflado tu pasión por las
matemáticas a decenas de niños y adolescentes a lo largo de los años.
Siempre
recordaré con cariño lo bien que lo pasaba en tu clase. Cómo conseguías
convertir una materia difícil (las integrales dobles, los límites y las
derivadas de polinomios no resultaban fáciles de digerir para muchos) en una
hora de continuo interés por aprender más y más.
Eras único
para conseguir la participación de todos y motivar hasta el más anodino de tus
alumnos. Comenzabas tus explicaciones con la pura teoría, alejada del mundo
real pero cuando terminabas tu clase el tema que habías tratado había finalizado
en un ejemplo práctico y de nuestra cotidianidad que todos comprendíamos.
Siempre nos sorprendías con ejemplos inimaginables, aproximaciones
sorprendentes a conceptos ultra teóricos y tu lenguaje cordial y muy nuestro
nos hacía comprenderlo.
Y
transcurrieron los años, y aprendimos contigo la trigonometría, la ley de
probabilidades, los sistemas vectoriales y el cálculo de superficies con
integrales múltiples.
Contribuiste
a estructurar nuestra forma de pensar y a utilizar la lógica y el sentido común
por encima de todo, algo que jamás podré agradecerte lo suficiente.
El motivo de
mi carta es contarte que mi hijo Arturo, que ahora tiene veinticuatro años, va
a aceptar el puesto de profesor de matemáticas de secundaria que tú ocupaste
durante tantos años. Lo he sabido hoy mismo y me ha llenado de tanta alegría
que lo primero que he querido hacer es contártelo. Le he hablado a él de ti en muchísimas
ocasiones así que es casi como si le hubieses dado clase a él.
Confío en
que Arturo te tenga como referente y consiga al menos emular tu proeza, la de
inocular el amor por las matemáticas y por el estudio, por la curiosidad de
aprender y por la capacidad de pensar y de tener un sentido crítico a nuestros
jóvenes.
Muy pronto
iremos a visitarte. Aguardo con ilusión ese momento y te envío un abrazo enorme
en mi nombre y el de mi hijo
Con todo
nuestro afecto
Francisco
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