Siempre le fascinó su magia. En ella deambuló con sus oscuras pasiones,
irrefrenables delirios de sexualidad compartida, enamoramientos decimales y
desenlaces tuiteros. Jamás la temió, consciente de la finitud de su extensión. Pero
toda la magia de su complicidad se ha vuelto inmisericorde. El glaucoma ha
vencido, transformándola en una noche perpetua.
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