Y es que Bernarda y su pesada tradición, su sapiencia generacional,
su matriarcal poder de control y el luto que la recubre, no solo en lo literal,
en el negro de sus faldas o vestidos, sino en su carácter de abnegación, de
cerrazón a la vida, de obstinación por el no mostrar, por la necesidad de
demostrar el sufrimiento, subleva lo más profundo de mi sentimiento de
libertad.
Es por supuesto magistral la forma en que Lorca describió la
naturaleza marcial y despiadada de esta madre que mantiene a sus hijas en el
halo de la oscuridad, evitando que florezca su juventud y su necesidad de vida.
Y las actrices que han dado vida a todos los personajes estuvieron
contenidas y extensas a la vez, propias de la España oscura en que Lorca
escribió la obra.
Me gustaría dar una pequeña frase para cada una de ellas:
Bernarda (la actriz) parece una señora más de la calla,
aunque es implacable cuando se dirige a sus hijas.
Martirio arrogante e intensa al final
Adela excitante, fresca, llena de actitud interpretativa
Poncia es contenida y perfecta correveidile
El montaje (en versión corta de 1 hora) alterna también con
piezas de guitarra que conformaron perfectamente el universo Lorquiano.
Una sesión intensa, que nos llevó a un estado de inquietud,
de impotencia por no poder subir al escenario y abrir esas rejas, dar alas a
las jóvenes y permitir que el aire, lleno de amor, entrase y limpiase la
oscuridad del luto.
Mi enhorabuena al equipo actoral. Un acierto.
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