Hace un par de semanas fui invitado a participar en una
tertulia literaria muy singular. Tuvo lugar en la clase de lengua de mi hijo
Adrián de diez años. La tertulia giró en torno al fragmento inicial de Platero
y yo, del célebre Juan Ramón Jiménez.
Comenzó, sentados en círculo, con unas preguntas que la profesora, Sofía Bouzó Zanotti lanzó al aire para
que los niños fuesen contestando libremente, según les fuese apeteciendo. La
idea era practicar la expresión oral, aprender a expresar lo que sentían, lo
que les sugería la lectura, plantearse cuestiones que les hubiese suscitado y
aportar ideas y puntos de vista sobre la misma. La premisa inicial era que cada
niño podía hablar en voz alta cuando quisiera, sin imposiciones, en total
libertad.
Los padres invitados podíamos también participar y así se
creó un ambiente de diálogo muy rico en el que los niños fueron sacando temas
transversales como el amor por los animales, el esfuerzo por superarse a sí
mismo, la vida en el campo, la responsabilidad de cuidar de sus mascotas, el
lenguaje utilizado por Juan Ramón o los posibles motivos por los que había
elegido a un burro para esa historia. Planteamos también cuestiones diferentes,
como ¿qué podría sentir Platero hacia su amo o autor del libro? ¿Le gustaría la
comida que le preparaba cada día, o salir con su dueño encima del lomo a
pasear? ¿De qué color les hubiera gustado a ellos que fuese Platero? ¿Cuál era
el significado de algunas expresiones utilizadas en el texto?
La variedad y originalidad de respuestas nos superó a todos
los adultos. Los argumentos se contrapusieron a opiniones de todo tipo en una
discusión ordenada, razonada y que en ocasiones nos llevó a una situación de
surrealismo que los propios niños remarcaron, como terminar hablando de
superación personal de los retos o de la valentía que debemos tener en la vida
cuando habíamos comenzado hablando de un burro…
Fue una velada inolvidable. Aprendí muchas cosas de los
niños, de mi hijo, de su interrelación con los otros niños y niñas, de su
educación a la hora de hablar y dejar hablar (que en tantas ocasiones olvidamos
los adultos).
Mis felicitaciones para Sofía, una profesora implicada, motivadora,
diferente, que intenta transmitir a los niños el amor por la literatura, por su
independencia a la hora de dar sus opiniones, apoyando a los que les cuesta más
y moderando a los que les sobra energía. Estoy seguro de que Adrián aumentará
su pasión por la lectura y por los libros este año porque tener una profesora
como Sofía es sin duda una suerte que no le ocurre a uno demasiado a menudo en
su etapa educativa. Y poder disfrutarla es sin duda un regalo que estoy seguro
recordará siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aguardo tus comentarios: