Pocas veces confluyen en los sentimientos de una persona
coincidencias
estelares, de esas que traen la magia a tu vida, que la convierten en una noche imborrable y que aúnan con serena perfección el placer de la música con el amor.
estelares, de esas que traen la magia a tu vida, que la convierten en una noche imborrable y que aúnan con serena perfección el placer de la música con el amor.
Pero por fortuna, a veces sucede y convierten la vida de
uno, tortuosa a veces, estresante las más, en afortunada por poder vivirla.
Un sábado reciente, lleno de eventos deportivos,
cumpleañeros, de idas y venidas, de hijos ocupados con sus amigos y apenas un
momento de descanso, se convirtió, al caer la noche en una de esas jornadas de
bienaventurada coalescencia de sentimientos. Y es que celebrar 20 años de
matrimonio no es poco, cuando la vida se vive tan intensa como en nuestra
familia, separados por la obligatoriedad del trabajo, con una maleta casi en
permanente estado de preparación o vaciado, y con una dosis inconmensurable de
paciencia de Laura, que puede con todo y con más, con los avatares
de dos preadolescentes y con un marido camino de la cincuentena…
Si la música la pone Fuel
Fandango, como fue el caso, en uno de los últimos conciertos de su gira Aurora
en la sala Repvblicca de Valencia, entonces alcanzar al éxtasis es inmediato.
Y es que Fuel
Fandango nos han regalado el que para mí es el disco del año, Aurora.
Con esa mezcla de jazz, flamenco, música electrónica, pop rotundo y palabras con tronío, con
raza, mezcladas con un inglés impecable en un ritmo que obliga a bailar, a
brincar con devoción, con negro y rojo, con rosas.
Aurora está plagado de singles. Cada tema del disco podría
haber sido uno y Fuel nos regalaron casi todos en directo, con solemne maestría,
con cadencia bailable, con pausas de taconeo flamenco sobre tablao, con
abanicos, pero también con saltos marciales, movimientos geométricos de música
máquina y pausas jazzísticas de voz dulce.
Cristina se merendó
literalmente el escenario, lo repletó,
lo recorrió, taconeó, flamenqueó, y
brincó con las bases tecno, increpando al público y retando a Ale, detrás de
los teclados o de la guitarra con mirada racial, y con movimientos electrónicos
haciendo imposible apartar la mirada.
El final, rotundo, abrasador, con Always searching levantó al público a brincos. Estoy seguro de que no hubo ni un alma que pudiera resistirse a bailarlo.
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