Hoy he circulado por Dhaka y observando las gentes y los
lugares en los que transcurre su vida me he hecho una reflexión. Me pregunto si
en su batalla diaria por sobrevivir, en unos casos, por sacar adelante una
familia que vive en la indigencia en otros, o simplemente por mantener una
existencia decrépita en un circundante del que no tienen ninguna esperanza de
salir, debido al clasismo y la segregación existentes, queda espacio u ocasión
para la reflexión interior, para el amor, para los hobbies e, incluso, para la
risa.
Desde nuestro punto de vista occidental sin duda que no lo
hay, pues imaginamos de forma casi instintiva que todos ellos son desgraciados,
viven tristemente y consideramos que su mayor fortuna sería salir del mundo en
el que viven.
Pero, ¿acaso hemos preguntado en alguna ocasión a algún
habitante de estas lindes u otras similares por tan pejiguera cuestión? Sin
duda la respuesta es no. Y por tanto, debemos concluir que nuestra respuesta y
opinión son completamente infundadas y escoradas en una determinada dirección a
la que el consumismo y el capitalismo nos dirigen.
Sí, hoy he concluido que una vida, por tremenda que sea, ha
de estar compuesta de todo eso. A la miseria y la necesidad, obligatoriamente
han de acompañarles, aunque sea en pequeños intervalos, la felicidad, la
amistad y todas las pasiones humanas. Y estoy por completo convencido que
descubrir cómo se transmutan y experiencian ellas en estas personas será
materia sustanciosa para una gran novela.
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