En aquel momento
me pareció muy interesante su discurso y decidí leer de inmediato una de sus novelas,
pero no pude encontrar en las librerías la primera, descatalogada ya, así que
me lancé a La silueta del olvido, premio Azorín de novela.
Y su lectura me
ha dejado (a ver qué adjetivo puede representar bien todo lo que me ha producido…)
obnubilado, extasiado, impresionado. No encuentro adjetivos. Verdaderamente es
una novela redonda, diferente y con un final sobrecogedor.
Durante el avance
de la trama, la acción y la narrativa de lo que va sucediendo va alternándose
con reflexiones a modo de pensamientos que el narrador que en cada momento está
narrando, dice en voz alta escrita. Algunos son reproches, otros análisis
concienzudos, los más, comentarios cargados de socarronería hacia el que tiene
al lado, pero siempre pensamientos y juicios acertadísimos que aderezan el
escenario, la tensión narrativa de cada escena y la condimentan a la
perfección.
Esta técnica,
sorprendente para mí, es lo que más me ha gustado de La silueta del olvido. Por
supuesto, el argumento es muy bueno. Las dosis de desciframiento del enigma son
presentadas con pausa, con la dosis adecuada para satisfacer la curiosidad del
lector y la eclosión final está muy por encima de lo esperado en una novela de
investigación criminal.
Tanto Claudia
como sus compañeros tienen una vida bien justificada que modula su forma de
actuar en muchas ocasiones y la forma en que se cuenta, desborda en maestría.
Y otra novela que
leo ambientada en Valencia. Otro acierto porque se nota que su autor respira y
camina por sus calles.
El final de la
novela deja sin aliento. Quizá, sin creer en la esperanza en el ser humano, en
la conciencia de que el mal existe, y que está cerca de nosotros. Y todo ello Joaquín
lo ha narrado de forma vertiginosa y coherente.
A ver cómo hago
yo ahora para encontrar su primera novela, La última confidencia del
escritor Hugo Mendoza, porque ya me he quedado con la intriga… y con
las ganas de más.
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