Lo que la marea esconde rinde un homenaje a las
novelas de misterio de principios de siglo en las que sucede un crimen aparentemente
irresoluble en una habitación cerrada, como las de Agatha Christie o Gaston
Leroux. Y María lo estructura y desarrolla con mucha inteligencia pues en este
tipo de narraciones es fundamental que el lector sea incapaz de atisbar la resolución
del mismo.
Es muy interesante la relación que sus compañeros de
comisaría mantienen con Valentina y muy especialmente la de Oliver, su pareja a
quien ella ha decidido alejar para que el dolor no destruya su amor por él.
En esta novela todo es misterioso. El primer cadáver aparece
en el camarote de una goleta, con la puerta cerrada por dentro y sin que
aparentemente pueda explicarse cómo sucedió. Un segundo cadáver aparece posteriormente
habiendo sucedido en una habitación llena de gente sin que nadie se haya
percatado y una tercer muerte termina de dificultar la resolución del caso.
Resulta especialmente imaginativa la resolución del mismo, a
través de la historia y del caso que nos cuenta su autora, haciendo un
paralelismo sobre la forma en que pudo cometerse.
Por unos días he regresado a ese placer como lector que
tengo siempre cuando leo una novela de misterio, cuando releo a Agatha Christie
o a cualquier novela de Hércules Poirot. Pero añado al placer que indico la
contemporaneidad, o sea, sucediendo los casos en el tiempo que vivimos, lo que
dificulta mucho más, por la existencia de la tecnología y por la
sobreinformación, su complicación.
Esta novela me ha tenido enganchado a su lectura y me ha hecho
disfrutar mucho. Un diez para María Oruña. Ya no tengo excusa para posponer la
lectura del resto de la trilogía. ¡A por ella que voy!
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