Ayer disfruté de la entrevista de Jordi Évole a Mercedes
Milá como se hace con algo que no esperas y que de repente te sorprende por lo
inesperado. No es que dudara de la capacidad y savoir faire de Évole, habida cuenta de su magnífico programa Salvados, sino que cuando Milá es
entrevistada, que no entrevistadora, puede ser impredecible, o incontrolable,
como alguien de TVE le dijo recientemente.
Y es que los flashbacks
que hubo a programas realizados y presentados por Mercedes Milá fueron joyas
del periodismo que hoy nos parecen de ciencia ficción. Évole repasó episodios
concretos para extender el punto de mira a la categoría: la entrevista a Juan
Guerra en prime time (hermano del vicepresidente del gobierno del momento), su
postulación a favor de los dos primeros años del primer gobierno de Aznar, la
entrevista con Frente Atlético y Ultra Sur, a quienes echó literalmente del plató
y otros ejemplos similares.
Todo aquello que fue visto por casi veinte millones de espectadores
hoy sería impensable en una televisión pública. NO pasaría ni el primer filtro
de proyecto en papel. Así que podemos decir que hemos perdido aquella mordida,
aquella libertad que hubo en los 80 y 90 y que no podía matar ni el poder
político ni el económico.
Milá habló sin tapujos y reconoció que le importaban y mucho
las audiencias, por supuesto, como a cualquier empresario sus resultados, se
desnudó sincera sobre su depresión, criticó al rey y se mojó con su postura
frente a la situación de Cataluña. Defendió Gran hermano y habló con pasión de
libros y de su librería. Todo ello sin despeinarse, sin que a Évole se le
moviese un pelo de su abultado flequillo y sin que el espectador, este que
escribe, pudiera levantarse del sofá.
Dijo que Mediaset no la había considerado excesivamente por
sus problemas personales y que, sin embargo, había recibido ofertas de todos
los otros medios, pero que la espada de Damocles que es el fantasma de la
depresión seguía encima de ella.
Me parece muy valiente, fresca, joven y actual, a sus 67
años y pude comprobar que aquello que la hizo triunfar en los 70 y sucesivas
décadas todavía sigue, quizá más fuerte que nunca, arropado por su experiencia,
en La Milá.
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