El Jinete del silencio tiene para mí tres enormes
atractivos:
El primero es el amor por los caballos. Se nota que es un
tema que a su autor le apasiona. Intuyo que ya en su anterior novela, El
sanador de caballos (que todavía no he leído) podrá atisbarse este
mismo amor. Es fascinante la riqueza de detalles, descripciones e interacción
que el autor aporta en todos los pasajes donde los caballos son protagonistas.
Increíble como su conexión con Yago se hace tan importante, se convierte de
hecho en el eje de la novela, y en la base de todo lo que sucede en ella,
incluyendo las subtramas. Y también me ha resultado fascinante el hecho de cómo
el arte puede nacer de ellos, la creación de la primera escuela ecuestre, la
doctrina de la doma, el espectáculo que se crea a partir de ellos. Todo me ha
resultado muy estimulante por desconocido para mí y por cómo Gonzalo lo ha
tratado.
El segundo atractivo es sin duda Yago, su protagonista. Su
autismo (Asperger diríamos en el siglo XXI), pero sobre todo la forma en que es
descrito y tratado en el siglo XVI es sorprendente. ¡Qué afortunados somos
todos por haber nacido en el siglo XX o XXI!, lejos de la superchería, de la
incultura y de la maledicencia de la religión de siglos pasados! Es muy
verosímil, dura y desoladora por momentos su vida pero sin duda muy realista de
quien tuviese esa genética en los siglos del oscurantismo cristiano. Un diez
por su apuesta como protagonista de este tema.
El tercer y más importante atractivo para mí como lector es,
una vez más lo descubro en un libro, el buenismo. Sí, en la novela hay malos
malísimos, personajes viles, que respiran el mal con mayúsculas, interesados,
traidores, todo lo que se nos ocurra. Pero hay personajes muy buenos. Buenas
personas. Que simplemente deciden ayudar a otra, a Yago, por ejemplo porque sí,
por ningún motivo en concreto, porque la esencia del buenismo forma parte de sí
mismos. Y qué bien que estos sean también personajes principales de una novela
con tantas subtramas y evolución temporal. Muy bien.
Quiero comentar que en realidad no he “leído” esta novela.
La he “escuchado” en la plataforma STorytel. Un viaje fascinante que me ha
acompañado en mis largos viajes en coche, en mis caminatas y en mis ratos de
descanso y se ha convertido en una pequeña bando sonora incidental de mi
intimidad durante unos diez días. Ha sido, creo, aún más interesante
disfrutarla de esta forma.
Ya se sabe que no hay dos sin tres, Gonzalo. Pronto te
volveré a leer.
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