Ayer, cuando visité la fantástica exposición de Pilar
Dolz (I L’ofici de gravar) en el Museu de belles arts de Castelló, descubrí
un mundo lleno de texturas, colorido, contrastes y abstracción que me fascinó.
La visita me ha llevado a estudiar mucho más sobre la técnica
y sus posibilidades, y he descubierto que ya conocía la serigrafía (que incluso
he utilizado yo mismo), la litografía o la aguatinta, pero desconocía otras
muchas técnicas que se basan en el mismo concepto: traspasar un diseño de una
superficie rígida que aloja la tinta mediante presión a otra superficie como
tela o papel para obtener distintas estampas, incluso de forma repetitiva o de
serie limitada.
Su observación me produjo un enorme placer, la tranquilidad
y la paz que experimento siempre que descubro un nuevo artista (para mí, porque
40 años de trayectoria y tener expuestas sus obras en museos de todo el mundo
es muchísimo) e intento imaginarlo cuando realizaba las obras que expone.
Imaginé ayer a Pilar Dolz investigando en la búsqueda del
color, en la contraposición de imágenes, en la obtención de perspectiva y
volumen así como en la ejecución, precisa y acotada de las matrices por ella
misma desarrolladas.
Pilar Dolz I L’ofici de Gravar es una exposición de visita obligatoria. Una artista castellonense de su talla ha de ser ampliamente conocida, divulgada y promocionada y que el Museu dedique su sala temporal a ella hasta el uno de mayo es una gran decisión.
Ayer disfruté de su exposición en soledad, casi una hora de
introspección, de silencio mientras disfrutaba del saber creativo de Pilar,
mientras descubría todo un mundo de diseño, de abstracción y de imaginación sin
límite.
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