Comencé la lectura de la nueva novela de Vicente Gascó
titulada Los perros del bambú con la curiosidad por estar ambientada
en Birmania (la actual Myanmar) un territorio que queda en medio de varios países
que visito regularmente, Bangladesh, India y Tailandia. Sin embargo, nunca he
tenido ocasión de visitar el lugar donde Vicente ha centrado la historia de su
novela y su lectura me ha transportado en un viaje muy interesante.
Se nota que Vicente conoce bien el país, puesto que la
preciosidad de detalles con que describe no solo los escenarios, sino también
las costumbres, las relaciones humanas, la corrupción y las desigualdades
refleja cuán profundo se ha sumergido en su cultura y en su historia.
Los perros del bambú es, desde mi punto de
vista, una novela de aventuras con letras mayúsculas. Como las novelas de
Salgari, o las que leíamos cuando éramos adolescentes. Tiene todos los
elementos que las conforman: Una gran historia personal de su protagonista que
viaja de vuelta a su país para buscar a su padre, un escenario espectacular en
dos tiempos distintos, el de la revolución de los cuatro ochos en Birmania y el
actual en Myanmar, un despliegue placentero de cultura asiática, gastronomía,
zoología, costumbres y sorpresas. También muchas curiosidades sobre la forma de
pensar de una cultura tan alejada de la nuestra. Y por supuesto la intriga, la
tensión narrativa que Vicente sabe destilar muy bien llevando al lector al
límite del deseo por continuar leyendo, por saber qué le ocurrirá en el
siguiente capítulo a Zaw Zaw, su protagonista.
La novela encierra, como es lógico por una de las épocas que
narra, la dureza de la mezcla de budismo y marxismo y la pobreza a la que el
régimen birmano sometió al pueblo hasta las revueltas 8888 que,
desafortunadamente llevaron a otro golpe de estado que asentó las torturas, las
humillaciones sexuales y la falta de libertades hasta bien entrado el siglo
XXI.
Es esa una parte de la novela que le otorga profundidad a la
caracterización de su protagonista, preso en un campo de concentración un buen
número de años y que tiñe de color oscuro buena parte de la narración que
acompaña siempre sus andanzas.
He viajado desde mi sillón de lectura a Birmania. He cruzado
de Tailandia a Myanmar con sus protagonistas por caminos angostos, luchando con
las circunstancias y confiando en que el destino les ayudase en su búsqueda
inquebrantable. He sentido sus sentimientos y sufrido sus sufrimientos. Eso es
para mí un gran logro de su autor que ha sabido transmitirlo a sus lectores.
Mi enhorabuena a Vicente por esta gran novela.
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