viernes, 29 de abril de 2022

El cielo sobre Canfranc - mi crónica de lectura

Aunque han pasado ya bastantes años desde que leí Volver a Canfranc en su versión original, hace pocos meses que me aventuré a releerlo en su versión en francés, Dernier train pour Canfranc

Dernier train pour Canfranc

Eso, unido a mi dedicación a dibujar la Estación Internacional de Canfranc 

Dibujo Estación de Canfranc

ha hecho que cuando comencé a leer El cielo sobre Canfranc, hace unos días, estuviese plenamente situado en el entorno.

Es fácil recibir el magnetismo que Canfranc tiene para la autora de la novela, Rosario Raro. La pasión con la que habla del mismo, su defensa a todos los niveles y su promoción hace casi imposible que esa energía no contagie a sus lectores.

En mi caso así ha sido desde que en 2013 viajamos, toda la familia, a su presentación en Canfranc, desde que nos quedamos extasiados frente a la enormidad de la Estación de tren y desde que nos sumergimos por primera vez en la trama de la primera novela y descubrimos todo lo que representó para tantos judíos que pudieron salvar su vida precisamente a su través.

Rosario es una magnífica narradora de lugares. Su ambientación resulta tan realista, llega tanto a los más delicados detalles que nos aporta un fiel reflejo de cómo fue la zona en los años cuarenta.

Pero las novelas de Rosario Raro tienen siempre una doble lectura (más bien debería decir múltiples lecturas). Y siempre una de ellas es el trasfondo de denuncia social de algún hecho acallado por los poderosos de cada momento, por la corrupción del poder frente a la que el pueblo llano, el que siempre termina sufriendo, poco puede o ha podido hacer a través de la historia. En El cielo sobre Canfranc también podemos descubrir ese hecho pernicioso, relacionado con el terrible incendio del pueblo. ¿Llegaremos a conocer algún día quienes fueron los verdaderos villanos? ¿Sabremos dónde terminó el dinero que nunca llegó? Son preguntas que seguramente nadie puede (o quiere) responder.

Y en esta, su nueva novela, podemos descubrir también una enorme y controvertida historia de amor. El amor que no entiende de nacionalidades, ni de credos, ni ideologías. El amor que simplemente surge, sin más, sin motivo, sin explicación, a veces, pero con un poder demoledor que vence todas las dificultades y vericuetos que el destino se afana por intercalar. El amor. Valentina y Franz, dos personas que la lógica y el criterio común situarían en polos opuestos y que, sin embargo, ese sentimiento etéreo e inmaterial, se obstina en unir.

Un gran tejido narrativo: una historia desconocida y tremenda, un amor casi imposible, un escenario inolvidable y una unión, sutil, con algunos de los personajes de Volver a Canfranc que despiertan en el lector una sonrisa de satisfacción, de afirmación, al conocerlos ya de la anterior lectura.

Mi enhorabuena, Rosario. Mi admiración por tu forma de escribir, por tu compromiso inquebrantable con una tierra que, sin ser tu tierra natal, parecería que lo fuese y por la defensa de la búsqueda de la verdad en todo lo que escribes.

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