Así parece que se
escuchó la mítica frase allá por 1983 en Hollywood y así me siento yo en este
momento. Lo mío ha sido después de 18 meses sin coger un avión. 18 meses de
pandemia, de información excesiva y desaforada sobre cifras, casos, contagios,
muertes y terribles consecuencias que lamentablemente ha tenido para tanta
gente.
Yo, desde que me
vacuné, empecé a retomar actividades normales que dejé de hacer en marzo de
2020: La primera, ir al gimnasio, lugar en el que las mascarillas son un mero
aditamento sin uso porque en el 80% de los casos está por debajo de la
barbilla. La segunda, coger el tren. Para mi sorpresa, el precio se ha duplicado.
Y no es porque se deje un asiento vacío entre dos pasajeros para cumplir la
distancia de seguridad, no, qué va. El tren iba lleno a rebosar. Pero me costó exactamente
el doble… La tercera, viajar fuera de España. Primer viaje de trabajo en 18
meses, con ciertos nervios (quién me lo iba a decir a mí después de llevar 20
años sin parar de viajar por todo el mundo). Las razones: la incertidumbre, sobre
si habrá controles, si habrá distancia de seguridad, si habrá toma de
temperatura, los aeropuertos quizá estarán medio vacíos, habrá poca gente que
volará…
Como ya me temí
ayer antes de salir, quizá simplemente todo sigue igual que antes de marzo del
2020 y toda la imagen que yo he creado en mi cabeza ha sido exageradamente
deformada por la sobreinformación del COVID. Pues eso, como si el COVID fuera
una mera anécdota: Aeropuerto de Valencia absolutamente lleno de gente. Colas para
facturar sin ninguna distancia de seguridad, más allá del palmo que se puede
conseguir mantener sin que te toquen por uno u otro lado, restaurantes dentro
de la terminal llenos, todo el mundo sin mascarilla obviamente. El vuelo repleto,
más de una mascarilla por debajo de la barbilla y a ver quién es el chulo que
le increpa al susodicho para que se la suba… Ni control de temperatura, ni
cuestionario de ningún tipo, un mero vistazo al certificado COVID que es verdadero
pero podría ser completamente falso… En el avión dan comida, con lo cual todo
el mundo se quita la mascarilla y ya muchos aprovechan para no ponérsela de
nuevo…
En fin, tengo la
sensación de que me hubiera quedado dormido, como una cabezada de medio día y
me hubiera despertado en una realidad idéntica a la anterior salvo por el hecho
de que todo el mundo lleva una mascarilla, mejor o peor puesta.
Y con esta vuelta
a la normalidad, vuelvo a los problemas de la antigua normalidad: estrés, desubicación
horaria del sueño, rutina de vuelos, tiempos de espera interminables,
conexiones en aeropuertos en soledad, wifis deficitarias y comida envasada. O
sea, todo aquello que había olvidado por completo me acaba de dar en la cara,
con una realidad y una normalidad que no esperaba y que, me temo, también ha llegado
para quedarse.
Escrito esta
crónica desde mi conexión, larguísima porque imaginaba que habría controles
exhaustivos… ingenuo de mí, así que voy a dedicar las horas que tengo a la
lectura, eso sí que va a salir ganando con este Volver a empezar!
El protocolo Covid paradójicamente sigue vigente en ambulatorios y las largas listas de espera de los hospitales. Buen viaje 🍀
ResponderEliminarMuchas gracias. Sí, es una enorme paradoja, la verdad. Abrazo!
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