Vale que lo del lenguaje inclusivo pueda hacer cierta gracia,
alargando hasta lo impensable nuestro discurso duplicando siempre nuestros -os
y nuestras – as para que ellas se sientan incluidas (aunque luego, en el mismo
discurso ninguno de los interlocutores que usan esta forma presuntamente
innovadora de hablar lo apliquen a todos y cada uno de los sustantivos y
adjetivos que conforman el resto del discurso, o sea, lo usan en la primera
frase solo). Vale que se monten pollos en Twitter por un desdichado comentario
informal en una charla de Fernando Simón con otros dos escaladores. Vale incluso
(a modo de chascarrillo) que trague con la crítica de algunas radicales sobre
la discriminación de algunas animales hembras, por sus machos.
Pero que a 007 ni me lo toquen, oiga usted. Que no, que no.
Que por ahí sí que no paso. James Bond es James Bond, el agente 007 con
licencia para matar, y es un hombre blanco, inglés, muy heterosexual, muy
sobreprotector con las mujeres, astuto, muy duro, muy inteligente y muy
atractivo y se toma un vodka con Martini seco, mezclado, no agitado. Así es
como lo creó Ian Fleming y no entiendo por qué ahora se tiene que cambiar a que
lo interprete una mujer. Quiero decir, no entiendo que se haga en aras de
luchar por la igualdad de la mujer, por la visibilización y por “alejarnos de
la masculinidad tóxica”, como ha dicho Lashana Lynch, la actriz que va a darle
vida en la próxima entrega de la saga. Una actriz, por otra parte, llena de
talento, cantante de jazz y soul, que hace también sus pinitos como dramaturga
además de actriz.
Pero pretender que Sin tiempo para morir, como
se titulará la nueva entrega, vaya a tener un “toque feminista” me parece un sin
sentido que además en este caso se mezcla con la defensa del movimiento Black
Lives Matter bajo el argumento de que además, la actriz es negra.
¿Se puede llevar a cabo un despropósito mayor? Es una acción
tan absurda como cuando Netflix anunció que quitaba de su catálogo Lo que el
viento se llevó, para que la población negra no se sintiese ofendida. A ver si
ahora vamos a tener también que escribir una Doña Quijota, para reivindicar la vida
y valor de las mujeres del siglo XVII.
La lucha por la igualdad de la mujer, por la consecución de
los mismos derechos, por su empoderamiento, y por su libertad discurre por
otros cerros de Úbeda que nada tienen que ver con estas pamplinas, en mi
opinión. Tiene que empezar por una apuesta valiente de nuestros políticos (sí,
y también de nuestras políticas, aunque yo use el plural masculino inclusivo
oficial de la RAE… o ya puestos utilizaré el femenino plural para todo) por lanzar
una campaña política que comience con la conciliación familiar, con el cambio
de los horarios laborales, con el impulso de la igualdad en las bajas paternal y
maternal, por el aseguramiento de los salarios equivalentes entre hombres y
mujeres, por crear una conciencia social en la que no se estigmatice a la mujer
que quiera triunfar en el mundo de los negocios, renunciando o no, a su
familia, por la necesidad de criar y educar hombres que lo entiendan y lo
incorporen en su vida y desde luego por la imperiosa obligación de comenzar a
hablar de personas, y no de hombres y mujeres.
Para todo eso, estoy dispuesto, ayudo, educo, comparto y
valoro. Para lo de antes, lo de nosotros y nosotras, para una 007 con licencia para
matar y otras muchas gilipolleces no, perdónenme, pero va a ser que no.
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