Tenía mucha curiosidad por leer esta novela, Secretos
en alcanfor, de la que había oído hablar muy bien y la tranquilidad de
mi pueblo, en un fin de semana de noviembre lluvioso, ha sido el marco ideal
para devorar su lectura en dos tardes estupendas.
La novela tiene muchos elementos que me encantan como
lector: Un colegio de pueblo, de esos en los que los niños de todas las edades
van a la misma aula, una maestra que huye de la vorágine de la ciudad para resguardarse
en la búsqueda de algo, de sí misma, de otra vida y por supuesto, la
idiosincrasia y particularidad de la vida y las costumbres de los habitantes de
un pueblo pequeño, en el que todo se sabe y todo se comenta, para lo bueno y
para lo malo.
Y en ese marco ideal, en los añorados años ochenta y tan
cercano a todos los que “tenemos pueblo”, discurre una trama muy interesante,
que une presente y pasado, dando saltos en la investigación que su protagonista
lleva a cabo, con toques de lucha por los más desfavorecidos, de reivindicación
de la mujer y de restablecimiento de la justicia que los poderosos siempre
intentan (y muchas veces consiguen) impedir para favorecerse a sí mismos.
Secretos en alcanfor transcurre en El
Roquedal, un pueblo subido en la montaña, pero podría suceder en cualquiera de
los pueblos que todos conocemos, yo me imagino más de uno. Y reconocemos muchos
de los personajes de la novela en otros que hemos conocido, en el tendero, o el
alcalde, o cualquiera de los que M. Carmen ha creado. Son auténticos, tienen
alma, sentido y particularidades que los hacen reales.
¡Cómo me hubiera gustado llegar a mí a esa casa que el
ayuntamiento ofrece a la maestra (y que por ejemplo en mi pueblo en los setenta
y ochenta también sucedía) y descubrir todos los secretos que escondía ese
desván! Me encantaría tomarte un chocolate caliente con churros con cualquiera
de los personajes, con el cabrero, o con doña Encarna. Todos ellos tienen una
conversación de tarde, de esas que te hacen descubrir un mundo real, alejado de
redes sociales y postureos y cercano a la tierra, a la cercanía y a la
autenticidad.
La novela tiene también un final “comme il faut” que no puedo
desvelar, pero que redondea una historia perfecta, te regala una sonrisa y te
hace cerrar el libro con un suspiro y con el alma calmada y tranquila, algo que
en los tiempos que vivimos es de agradecer muchísimo.
Me quedo con muchas ganas de leer de nuevo a M. Carmen.
Espero que pronto nos ofrezca otra novela y seguro que nos transportará a su
mundo tan especial.
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