Siempre agradezco a los artistas a los que admiro que sean
coherentes con el paso del tiempo. Lo hice con los últimos álbumes de Bowie,
con la evolución musical de Fangoria o con aquellas bandas que en el momento
álgido de su carrera deciden terminarla. Lisa Stansfield nos ofreció esta
semana en Barcelona un concierto memorable. El motivo, el 30 aniversario de la
publicación de su primer LP (en esa época se decía así), Affection,
que la catapultó al estrellato mundial, alcanzó números uno en muchísimos
países con su mega hit All around the world, y llegó a vender cinco millones de copias del mismo (sí, la época en que se vendían discos). Y es que
1989 fue un año fructífero para la música, un año que nos dio a Lisa
Stansfield.
La conmemoración lo merecía, así que decidí que sería mi
regalo por cumplir 49. Teatro Coliseum de Barcelona, un martes de noviembre
cualquiera y lleno hasta la bandera. Edad media los cuarenta y tantos. Público
entregado en pie en sus butacas bailando sin parar y embelesados con nuestra
diva.
Lisa es un buen vino musical. Ha mejorado con el paso del
tiempo en todo, en su actitud, en su empatía con el público y por supuesto en su
belleza física. Su voz es mucho más madura, más funky y menos pop y el estar
rodeada por 10 músicos en el escenario le ayudan a crear un concierto rotundo. 2
guitarras, 2 teclados, saxo (fundamental en algunos temas), trompeta (con
absoluto dominio), 1 batería, 1 set de percusiones que vistieron al concierto
de funk y 2 coristas de fantástica voz crearon una amalgama musical que nos
transportó a finales de los 80 pero a través del filtro de la experiencia y del
savoir faire de Lisa.

Nos quedamos con ganas. Con muchas ganas de que Lisa vuelva
pronto y podamos disfrutar en concierto el último álbum publicado en 2018, Deeper (que ya reseñé en este mismo blog)
Ojalá vuelva de gira. No nos lo perderemos
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