Siempre había creído que eso que
llamábamos Ser Posmoderno era algo muy de finales de los ochenta, muy de
lo que hubo después de los grandes éxitos musicales ochenteros. Al menos en mi
pequeño mundo zaragozano, lo posmoderno era, en 1989, Luxury Beat, Front 242 o
The Sugar Cubes. Grupos que rompían con los estándares establecidos hasta aquel
momento, que ofrecían una imaginería e imagen rompedora, que ofrecían un pack,
un conjunto de cosas que iban desde el merchandising más novedoso, a las
portadas artísticas, los looks alejados de las convenciones y por supuesto la
música más innovadora de aquel momento.
Dicho de otro modo, para mí lo
posmoderno era en realidad lo “moderno” del momento, o como dijo Beatriz Pécker
en Rockpop, el grupo posmoderno que les gusta a los más modernos: The sugar
cubes, con Björk y su otro cantante masculino dando grititos y sonidos
extraños.
Pero hoy, escribiendo mi nueva
novela que está en sus comienzos y teniendo que ubicar a una de las
protagonistas en un congreso sobre Relativismo filosófico, voy y me leo todo un
ensayo sobre la Postmodernidad, sobre cuándo surgió realmente y los diferentes
ámbitos en los que se aplicó el termino, artísticos, culturales, literarios y
filosóficos. Todos ellos compartían la idea de que el proyecto de modernidad
fracasó en su intento de renovar las formas tradicionales del arte, la cultura,
la música, la vida social, la filosofía o el pensamiento. Por ejemplo, podemos
hablar de la arquitectura postmodernista a partir de la construcción de la
ciudad de Las Vegas.
El término se ha utilizado casi
en cada floración cultural que definía de ese modo la cultura, el arte y el
pensamiento surgido en su década frente a las anteriores y se ha repetido
década tras década desde los años 40 donde se definía el posmodernismo como oposición
al realismo soviético.
Ya en un momento mucho más
cercano, los atentados de las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001
originaron profundos cambios a todos los niveles, especialmente políticos y
comenzó una redefinición como siempre por negación de algo. La evolución del término nos ha llevado a
otros como globalización, que comienza a utilizarse tras la caída del Muro y
las revoluciones post soviéticas de 1989, (y creo que ahí es donde enlaza con
la época en que yo y mi círculo de amigos lo utilizábamos aplicándolo al estilo
y a la música) capitalismo cognitivo o modernidad líquida que es el que más me
gusta a mí.
Así pues, parece que lo
posmoderno, la modernidad líquida o la globalización siempre van a ser actuales
y se van a ir reinventando a medida que los acontecimientos de la sociedad
marcan su devenir.
Por mi parte considero
fascinante divagar en torno a la modernidad líquida relativa, que es,
definitivamente, la corriente filosófica que voy a cultivar.
Muy interesante, Francisco. Me ha gustado. Un abrazo.
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