jueves, 23 de mayo de 2019

¿UNIÓN EUROPEA o EUROPA UNIDA?


Siempre que llegan unas elecciones al parlamento europeo, un euroescéptico como yo se plantea si debe ir a votar y sobre todo a quién. Y es que en mi opinión estamos viviendo en una Unión Europea artificial. Hemos conseguido libertad de personas, capitales y bienes entre los países miembros, sí. En algunos países compartimos también la moneda, el euro, ese que apenas cuenta en el resto del mundo frente al billete verde estadounidense. ¿Y qué más? Ya sabemos que en Bruselas se deciden ciertas políticas generales que luego se transponen en cada país según el criterio de cada gobierno, que muchas de las regulaciones que se deciden son “recomendaciones” y otras “imposiciones”. O sea, vivimos la contradicción de que la Unión Europea nos impone ciertas medidas de control fiscal como la reducción del déficit o el nivel de gasto o restricciones en la cantidad de bienes que podemos cultivar o explotar, como la producción de trigo o leche, estableciendo incluso multas si nos excedemos de la cuota asignada y por otro lado, otras muchas leyes que serían de obligado cumplimiento se aprueban como meras recomendaciones que en muchos casos, intuyo, no se llevan a cabo.

Creo que hay grandes errores de base en esta Unión Europea que hasta que no se subsanen nos seguirán dejando como la Europa acomplejada y sin peso en la geopolítica mundial que somos.
Lo primero es aunar una única política fiscal y monetaria. No puede ser que haya territorios dentro de la Unión que tengan tasas impositivas preferenciales frente a otras y ello haga que las grandes corporaciones establezcan allí sus sedes. No debería ser más beneficioso establecerse en Irlanda o en Luxemburgo que hacerlo en España o Italia. El Banco central europeo es un arma de doble filo. Elimina cualquier posibilidad de ajuste a los países miembros en el valor de la moneda (no permitiéndonos competir en igualdad de condiciones con los grandes bancos centrales estadounidenses, británicos o japoneses, no te digo nada ya contra la política china…). Por otro lado establece ayudas de compra de deuda soberana (una burbuja que tarde o temprano explotará) en función de criterios inverosímiles y juega con el valor de los tipos de interés acomplejada frente a otras economías mundiales, con la excusa de que somos una sociedad democrática y desarrollada que respeta los derechos humanos y el trabajo de calidad. Los grandes valores refugio como el oro o el petróleo cotizan en dólares y el patrón de cambio en muchos países africanos o asiáticos es el dólar.
Siento decir que lo queramos o no vivimos en una economía global, nuestras empresas han de competir con otras que fabrican en China o Bangladesh donde los salarios pueden llegar a ser de 30 dólares al mes, donde se trabajan 16 horas diarias o donde la esclavitud es casi un hecho. Este tema, el de la globalización es otro en el que Europa tiene enormes complejos. Permite el libre comercio de multitud de productos fabricados en Asia, sin apenas controles o sin especial interés por las condiciones en que se han fabricado aunque luego se nos hincha el pecho defendiendo la estabilidad y calidad de nuestro sistema de trabajo.

Pero todavía me parece más difícil de salvar el guirigay interno y las enormes diferencias (insalvables, creo yo) que se dan entre los países miembros.

Pongo un simple ejemplo. En una misma empresa trabajaban un alemán y un español. El horario de finalización de la jornada de trabajo era las cinco de la tarde. El alemán se iba siempre, categórica y sistemáticamente a las cinco en punto porque interpretaba que si se quedaba más rato, representaba que no había sido capaz de realizar su trabajo de forma eficiente durante las horas de la jornada laboral (o sea, le parecía algo negativo). En cambio, el español siempre se quedaba como mínimo una o dos horas más porque interpretaba que eso representaba que estaba implicado y que trabajaba con ahínco por la empresa (o sea, le parecía algo positivo).

No te digo nada sobre las enormes diferencias que hay en la forma de entender la vida, las creencias, el valor de la familia, el respeto por los demás, el compromiso ambiental o la educación. Si comparas lo que opina un señor de Finlandia con una mujer en el sur de Italia, o un joven francés con una veinteañera croata y lo unimos a la opinión de un señor de Sevilla con una señora de Palamós… Las diferencias, en mi opinión, en cuanto a la concepción de valores, son también enormes entre las dos grandes religiones europeas, Protestantes y Católicos. Y es que el poder de la culpa que nos han inculcado durante cientos de años ha hecho tanto daño…

¿Qué peso tiene Europa en los conflictos de oriente medio por ejemplo, frente al totalitarismo estadounidense? O frente a las pseudoinvasiones rusas de territorios que no le corresponden. ¿Cómo se va a defender del nacionalismo ultracapitalista de Trump? ¿Qué política común va a adoptar Europa en materia de inmigración? ¿Piensa lo mismo al respecto un político danés que uno italiano o español que recibe avalanchas de inmigrantes a diario?

En resumen, mi opinión es que hemos creado un “armazón” europeo sin vísceras, sin corazón que le dé fuerza como un ente global. Europa tiene múltiples complejos y los burócratas de Bruselas a quienes les encanta reunirse para decidir que se volverán a reunir viven en una burbuja endogámica en mi opinión muy alejada de la realidad de los países miembros.

Y esto me lleva a mi pregunta final… ¿a quién votar en las próximas elecciones europeas del 26M? y sobre todo ¿para qué?


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