Comencé la
lectura de Las óperas perdidas de Francesca Scotto, de la escritora Elena
Casero con dos puntos de interés: Por un lado la ópera, ese mundo fascinante
que es mucho más que clásico y mucho más que teatro y mi curiosidad por ver
cómo habría sido fusionada en la trama de una novela y por otro lado, el hecho
de ser mi primera lectura de Elena Casero.
Además, había
asistido ya a la magnífica presentación que Raúl Ariza hizo de la novela en la
librería Noviembre de Benicàssim, donde siempre nos tratan muy bien.
Y para
completar el estado perfecto pre-lectura me embarqué en un largo viaje por
Irán-Turquía-Bangladesh. Así que disponía de tiempo, calma de vuelo y sosiego
para acometer la lectura. Desde Estambul a Doha con escala hacia Dhaka, la
saboreé.
Y enseguida
recordé algo que Raúl mencionó sobre la prosa de Elena. Algo así como que al
leer sus novelas parece que se han escrito de forma muy fácil y sencilla, con
un lenguaje cercano, pero precisamente por ello, nada fácil de hacer. Desde
el comienzo me gustó mucho el planteamiento del misterio de la novela y el
posicionamiento de la autora a la hora de narrarlo. Para mí esta novela es una
mezcla perfecta de música e intriga que te obliga a permanecer pegado a la
página. Me gusta mucho la forma en la que Elena trata las relaciones
personales, se nota quién domina a quién, cuándo hay una posición de
subordinación, o de enamoramiento, de envidia o de homenaje. Hay un pasado que
vuelve, que aumenta la intriga y que imbrica dos tiempos narrativos diferentes
de forma magistral. Los diálogos son ágiles algo que a mí me interesa mucho
como lector y la cantidad de información sobre el género operístico que dosifica a modo de pequeñas píldoras es la adecuada para interesarte por
él, incluso si no se es demasiado aficionado al género lírico.
Mientras estoy
escribiendo esta crónica de lectura, estoy escuchando la pieza Danzón
no 2, dirigida por Alondra de la Parra (y he de reconocer que es la
primera directora de orquesta que descubro).
Las
recomendaciones musicales de Elena son otra de las joyas de su novela y aunque
yo soy un mayor amante de la música de cuerda (no tanto la de viento) he de
reconocer que me han conquistado.
Para
completar mi crónica diré que el final me parece perfecto y no imaginé que iría
por ese camino así que me ha sorprendido y gustado a partes iguales.
Si tuviera
que definir esta novela con tres palabras, diría estas tres: Sosiego,
descubrimiento e intriga.
Muchísimas gracias por tus comentarios. La definición final me ha encantado. Un abrazo muy grande
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