Y esta vez sucedió en Castellón, en la fantástica sala
Zeppelin que tiene una capacidad ideal para que actúe un grupo como Obscure.
Y fue una ocasión muy especial porque acudí con mi hijo Izan, teenager (13 años), adolescente,
interesado en los videojuegos, en Fortnite, en el móvil, en todo lo que tenga
que ver con lo virtual. Y sin embargo a
mi primera propuesta de venirse conmigo a un concierto de rock con instrumentos
de verdad, con amplificadores y batería, el de Obscure, aceptó de
inmediato. Debo confesar que desde pequeño le he puesto a los Cure y ya conoce
algunas canciones, pero eso mismo por ejemplo he hecho con mi segundo hijo a
quien no le interesan casi nada (él es mucho más pop… o eso dice él).
Pero estar delante de Obscure, con Izan, en plan
cómplices, colegas, celebrando un gran concierto como los que siempre ofrece la
banda de Barcelona fue una experiencia maravillosa para mí (y creo que también
para él). Disfrutamos también con Ernest y con algunos miembros del colectivo
Hispacure con quien siempre compartimos disfrute musical, ya que son fieles
seguidores de Obscure.
Comenzó la noche con Shake
dog shake, perfecto comienzo rompehielo que siempre me pone la carne de
gallina, ya que el álbum al que pertenece, The Top, es para mí uno de los más
conceptuales de los Cure. El público castellonense comenzó un poco frío para mi
gusto. Quizá porque no conocían la maestría de Obscure, o tal vez porque
no sabían muy bien qué esperar. Pero ese frío fue derritiéndose con cada
canción, con la energía que Horacio imprimía con su voz y con el “savoir faire”
de todos los músicos.
La banda alternó temas pop multiventas con canciones de las
épocas oscuras, en un perfecto Zigzag que atrajo el interés del público y que
repasó una carrera que abarca ya cinco décadas: Push y Pictures of you fueron
seguidas de Primary, Figurehead (os dejo el vídeo)
y The drowning man, tres de las canciones más
oscuras y profundas de The Cure. Después salieron de la oscuridad a todo color:
The walk (que a mi particularmente me cansa un poco), Want (que yo utilizaba en
los noventa como música de fondo en mis vídeos de viajes. Qué tiempos…) y el trallazo de tres super singles:
Just like heaven, In between days y Friday I’m in love.
Ahí el público castellonense brincaba y sudaba ya como loco,
animado por el éxtasis musical que embriagaba a la sala Zeppelin.
Y retornó la oscuridad: All I want, Sinking, Disintegration
para terminar con los Cure más clásicos e identificativos: Close to me (a mi
hijo le conté cómo era el vídeo original y le parecía demasiado claustrofóbico
para lo alegre de la canción) y A Forest, donde todo el mundo coreó como loco.
Queríamos más claro que sí y allí en la cercanía, con ellos
al lado todo fluyó de forma genial: El quinteto de éxito fue Play for today,
STrange day, M, 10,15 Saturday night y cómo no, Boys don’t cry.
Mi hijo Izan alucinaba con cada tema y cuando le explicaba
que algunas canciones tienen cuarenta años no lo podía creer.
Esta semana leí que Carlos (bajista) respondió a un fan que
les había enviado un halago, que una banda tributo nunca puede sonar mejor que
la banda original. No estoy del todo de acuerdo, querido Carlos. Los Cure son
los Cure y eso es innegable, pero vosotros tenéis alma, ofrecéis algo más, algo
distinto, complementario o alternativo, no sé cómo describirlo pero que hace
que siempre apetezca ir a escucharos y veros en directo. Para mí, esta ya es la
cuarta y espero que haya muchas más. Y estoy seguro de que Izan también volverá
porque os lo habéis ganado!
Venga va, ya por pedir…. Próximo evento…¿Qué tal el FIB?
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