martes, 8 de septiembre de 2020

DARK (si no la has visto, ten en cuenta que hay spoiler al final)

Ha vuelto a suceder, como ya ocurrió con Lost (Perdidos). El mismo desengaño, la misma frustración, esta vez con la serie alemana Dark. Me refiero a que cuando descubres una serie fantástica que te atrapa, que no te deja esperar a ver el siguiente capítulo y la trama se complica y se hace interesante, siempre esperas más y mayor complicación. Si además esos elementos los mezclas con una temática relacionada con la ciencia, todavía se hace más emocionante y si la tildas con hechos inexplicables a la razón pero que están ahí, el éxito (para mí como espectador) está asegurado. Todo ello ha sucedido durante el pasado confinamiento cuando descubrí esta serie por recomendación de un amigo y nos fundimos la primera temporada de un tirón. Diferente, sorprendente, llena de intriga científica, relacionada con una central nuclear, y dejando un montón de preguntas en el aire.

La suerte fue que ya estaba publicada también la segunda temporada, así que seguimos confinados y vimos toda la segunda temporada, en la que la complicación científica (la que parecía carecer de explicación) aumentaba de forma exponencial. Diría que la ciencia se desarrolló más que la trama. Hubo muchos más complejos y conjeturas físicas que línea argumental de los personajes y ello dificultó mucho más su comprensión. Pero aún así, el nivel de intriga y sorpresa fue muy superior al de la primera temporada. El punto culminante llegó con el último capítulo en el que Jonas le pregunta a Martha de qué época venía y su respuesta fue para mí el culmen de la segunda temporada: La pregunta no es de qué época, sino de qué mundo.

Un verdadero anzuelo caza espectadores para la tercera temporada que, esta sí, tardó semanas en llegar, ya desconfinados y con aires de libertad.

Y entonces fue cuando llegó el desinflamiento de la burbuja de expectativas. Y es que la complejidad de la trama de los viajes adelante y atrás en el tiempo se fusionó con la de la presencia de dos mundos, a modo del signo del infinito (un ocho tumbado) en un ciclo sin fin, en el que todo se repetía. Y sí, todo se repetía. Las frases de los actores eran siempre iguales: Todo comienza y termina en un ciclo infinito, el principio es el final. Todo tiene que pasar para que el ciclo continúe… y cosas similares. Cámara estática, escenas en las que no sucede nada, simplemente la cámara se detiene durante segundos interminables mientras Jonas, o Adam, o Marza o cualquiera de los personajes, que de repente aparecen completamente sucios, como si vinieran de un apocalipsis, se observan con mirada etérea para decir al final de la escena una de esas frases.
La trama se complica tanto cronológicamente hablando que el director decidió poner en cada momento el año al que viajaba con un número que ocupaba toda la pantalla: 1986, 1953, 1921, 2019, 2052. “En mi mundo, Martha es de tal forma… yo quiero a la Martha de mi mundo, no la del tuyo” y frases similares.

La trama argumental fílmica desaparece por completo y solo hay un ir y venir de aquí para allá años arriba y abajo sin explicación ninguna, con algunos planos de Adam y Martha, ancianos, frente a dos cuadros de Adan y Eva, algo que ya auguraba un fracasado final.
Y es que al terminar (como ya sucedió en Lost, donde la trama también llegó a una complejidad inexplicable), parecía que todo se reducía a una lucha del Bien contra el Mal (desde el punto de vista divino, supuestamente), algo inconcebible, que terminaron de resolver con un simple viaje a un momento del pasado para evitar que Tannhaus “quiera” crear la máquina que crea el pasadizo temporal para hacer regresar a su mujer y su hija que habían muerto en un accidente. ¿En serio? Un cierre final tan simple que además era lo obvio, viajar al pasado para evitar que algo suceda y modifique el futuro.

Me quedo como en un coitus interruptus. Con un gran placer inicial por las dos primeras temporadas, una enorme expectativa y ganas de ver la tercera y desenlace y un descomunal bluf tras no entender nada de la tercera y ver un final absurdo. Una pena…

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