Andrés nos lleva con
su prosa hacia historias variopintas entre las que siempre se atisba su pasión
por la literatura clásica, por los rasgos definidos de sus personajes y por los
tempos adecuados que todo lector busca en las historias. Cuando comparte sus
relatos con nosotros en el taller nos ofrece mucho más que una historia, con su
lectura teatralizada, su gesticulación y su ambientación acertada. Escucharle
tiene, desde mi punto de vista, todavía más interés que leerle, porque si
cierras los ojos cuando lo haces, te sumerges en una experiencia radiofónica,
como las de los grandes seriales de los años cincuenta y sesenta con los que se
podía vivir una vida e historia alternativas sin necesidad de imágenes.
Andrés es además un
gran conversador. Disecciona los temas que tratamos y les imprime su punto de
vista analítico, preciso y siempre razonado.
En esta ocasión Andrés ha escrito un relato muy actual, en el que combina a la perfección la
transcendencia de la temática con lo naif del momento actual de muchas
personas. Muy interesante ese contraste. No os lo perdáis.
Y para que conozcáis
un poquito más a su autor, una breve entrevista a continuación.
Confinado en una pesadilla
—Buenos días—repite Ángela con una amplia sonrisa al verme abrir
los ojos.
—Perdona, ¿nos conocemos?
—Sí, Alejandro. Soy la hija de tu agente comercial.
—Ahora caigo. ¿Y qué haces en mi cama?
—Te equivocas, estamos en mi casa.
—No recuerdo haberte llevado aquí, coincidimos en una cena con clientes.
Nos reímos mucho, eso fue todo.
Recojo la cartera, las llaves, la mascarilla y busco la puerta de
salida.
—¿A dónde vas? —pregunta Ángela.
—A casa. Me están esperando.
—Creo que
has dormido demasiado, Alejandro. Te recuerdo que has dado positivo en el test del
Covid-19 y tendrás que quedarte conmigo hasta que el médico lo considere
oportuno.
—Buenas
noches, pues, despiértame cuando tengamos la vacuna en marcha.
ENTREVISTA SINGULAR
1.- ¿Cuál
es el principal motivo que te empuja a escribir? ¿Recuerdas cuál fue la primera
vez que comenzaste algún texto? ¿Lo guardas todavía? ¿Te atreverías a
publicarlo a modo de relato?
Creo que
es la forma más clara para expresar pensamientos y emociones. Además, te ayuda
a comprender muchas cosas que permanecían ocultas en nuestras vidas. Tenía ya
la vocación a los ocho años, cuando describía en un cuaderno la vida diaria de
mis pequeños animales de plástico, pero mi padre se rió, sin querer, de lo que
estaba haciendo y lo dejé de lado. Volví puntualmente a los 15 años, cuando
estaba haciendo unas prácticas absurdas en una oficina de Estocolmo, como parte
del programa escolar. No tenía apenas tareas y sí una máquina de escribir a mi
entera disposición, así que conté en unos folios la historia de cómo mi madre
me llevó a la fría y organizada Suecia después de al fin haber encontrado un
lugar en el mundo en la ruidosa Móstoles. No guardé nunca esas hojas. De
encontrarlas, no tendría ningún reparo en publicar el texto, siempre que
tuviese la oportunidad de revisarlo.
Escribiría
una novela de amor e intriga ambientada en la Barcelona de los años sesenta,
con una fórmula muy parecida a las que venden hoy en día y buscando un final
sorprendente. Obviamente trataría que todo fuese lo más real posible, evitando
los tópicos que mantenemos de esa época. Sería la única manera de conseguir que
el libro fuera rentable. Si una editorial apuesta por ti, lo último que puedes
permitir es que pierda dinero.
Me divido
demasiado, conforme van entrando las ideas, sin lograr centrarme en un proyecto
determinado. Sin embargo, esto me lleva por caminos tan variopintos… que de
momento no tengo ninguna intención de buscar soluciones al problema.
Por otra
parte, lo más difícil a la hora de escribir es narrar eventos de hace 200 años,
ya que no te los puedes imaginar, al pensar entonces la gente de una manera muy
diferente. La única forma de superarlo parcialmente es buscando documentos que
aún se conservan, ya sea novelas, autobiografías, artículos de periódico o
dibujos de la época.
4.- ¿Cómo
sería tu presentación ideal de un libro? Quiero decir, qué elementos tendría
que tener para que resultase interesante, amena y entretenida.
Haría una
pequeña introducción de la obra y prepararía a un grupo de actores, formados
por una narradora y los personajes que aparecen
en ese capítulo, para que leyese un pasaje del libro. Luego dejaría que
el público diese su punto de vista.
La mayor
parte de mis lecturas son para preparar, buscar más información para el libro
que estoy escribiendo en un momento dado. Mi novela más ambiciosa, aún no
finalizada, describe multitud de personas que viven durante todo el siglo XX.
Eso me obliga, por ejemplo, a leer libros tan distintos como La Forja de un Rebelde,
de Arturo Barea, o 19 de Julio, de Ignacio Agustí. También consulto muchos
trabajos de historia, básicamente lo que encuentro en la red. Durante el
confinamiento en marzo y abril de 2020, a causa del Covid-19, hice una excepción,
al disponer de más tiempo y me puse a releer novelas que tenía a mano, como No soy Stiller,
de Max Frisch o La Bastarda, de Violette Leduc.
En otras
ocasiones leo artículos de revistas/periódicos en la red, miro documentales y
escucho programas de radio en diferido para buscar información y opiniones
contrastadas que no encuentro en otros medios.
Participé
en algunos foros durante la primera década del siglo XXI, tomando parte en todo
tipo de debates, pero luego empecé a escribir en castellano y durante mucho
tiempo solo tuve tiempo para publicar allí mis primeras novelas en castellano.
Ahora entro de vez en cuando en algunas redes sociales, principalmente para
leer opiniones de personas que todavía disfrutan de la libertad de expresión, más
allá de lo políticamente correcto. De vez en cuando intento también pillar
textos literarios que solo pueden publicarse en internet.
Sigo
siendo un lector muy activo que disfruta de historias rara vez contadas, con
giros imprevisibles que logran distanciarse de los tópicos habituales y resultan
creíbles, ya que la realidad generalmente sobrepasa a la ficción. Como La
Ciudad de las Cuatro Puertas, de Doris Lessing, Las Partículas Elementales, de
Michel Houellebecq o La Mujer Veloz, de Imma Monsó. Otras obras, menos
realistas, pero no carentes de tensión psicológica, que me han impresionado, serían
Soledad, de Caterina Albert, La Montaña Mágica de Thomas Mann, Los Detectives
Salvajes, de Roberto Bolaño, o Rosa Cándida, de Audur Ava Ólafsdóttir. Empecé
leyendo novelas a los 19 años, en trenes, metros y autobuses, camino del
trabajo y de la universidad. Por tanto, cualquier momento es bueno para
disfrutar de un libro, incluso cuando estás esperando en la cola para comprar
el pan con la mascarilla puesta.
Lo más
importante es el proceso de creación, como van saliendo los personajes, los
conflictos que surgen entre ellos, todo lo que aprendes durante ese viaje
interior que has emprendido. Mucho de eso lo aprendí estudiando arte dramático,
donde por otra parte dependes de un grupo y existe generalmente una fecha para
presentar el proyecto. Prefiero por eso la libertad de ir creando a tu aire y esperar,
si es necesario, con el desenlace. Es mejor preparar el final después de haber
redactado la mayor parte de la historia, ya que entonces se ha formado una base
lo suficiente espesa para su desarrollo. Tampoco tiene por qué ser una solución
muy rimbombante, puedes buscar una salida que simplemente sea lógica y ofrezca
numerosas interpretaciones al lector. No hay que olvidar tampoco que gran parte
de la literatura que sobrevive el paso de los siglos se basa en numerosos
relatos unidos por un grupo de personajes que salen y entran como de un
escenario teatral.
Cuando te
das cuenta que hay un contacto, que existe un diálogo fluido entre el principio
y el final, como el que ha habido entre los personajes. Pero nunca lo doy
realmente por terminado, siempre existe la posibilidad de continuar o de completar
algunos episodios que en un principio parecen estar clavados, pero no resultan
satisfactorios cuando los leo de nuevo. También se podría ampliar el texto en
una segunda edición, en el caso de que hubiese sido publicado.
a) Recomiéndanos un libro y el motivo por el
que tendríamos que leerlo.
No existe un solo libro, sino los miles
de puntos de vista que ofrece la literatura. Lo difícil es encontrarlos. Ya he
mencionado algunos. Si hay que elegir uno, mirando en mi biblioteca, me
decantaría en este momento por El Desastre Helios, una novela corta de Linda
Boström, que algún día trataré de leer a fondo, para traducirla y publicarla en
castellano. La autora presenta un tema tabú de una forma novedosa, poco
realista, pero muy efectiva, describiendo de paso la forma de mirar y pensar de
una pequeña población en el norte de Suecia.
b) ¿Cuál es tu escritor/a favorito/a?
También ha variado con el paso del
tiempo. Durante el confinamiento de la primavera de 2020 empecé con Anna
Karenina, de León Tolstói, una interesante novela sobre el triunfo de la
hipocresía de las parejas felices. Una vez finalizada, pasé a releer las tres
grandes obras de Ludmila Ulítskaya (Medea y sus Hijos, El Caso Kukotski y La
Carpa Verde), ninguna de ellas traducida al castellano. Francamente no hay ni
punto de comparación entre ambos escritores, es mucho más fuerte la prosa y la
profundidad psicológica de Ulítskaya, que actualmente es mi favorita. Y es
normal que los novelistas actuales, con la ayuda del ordenador, hayan mejorado
su capacidad de penetrar en las intimidades del alma humana, con personajes
cada vez más complejos. Aunque aún queda mucho campo por recorrer.
c) ¿Qué opinas de los blogs literarios?
Siempre es bueno presentar libros y
recibir aportaciones de lectores despiertos, pero pueden ser también
herramientas para promocionar obras que no están a la altura en detrimento de
otras. Creo que programas culturales como El Ojo Crítico, de Radio Nacional de
España, siguen dando mejor cobertura.
d) Un libro que no hayas podido terminar de
leer.
El Gran
Momento de Mary Tribune, de Juan García Hortelano. El principio de la novela es
tan sincero, intenso y fulminante… que pierde chispa a partir de la página 200,
lo cual te decepciona y hace perder el interés hasta dejarlo para otra ocasión.
e) Un deseo literario para el próximo año
Seguir escribiendo una hora al día,
como ahora.
f) La última cosa que te haya sorprendido
tanto que todavía la recuerdes.
La muerte de Lobby, una perra singular
de 18 años, el 22 de julio de 2020. Parecía estar hecha polvo a causa de una
insuficiencia renal, no comía, apenas se movía. Sin embargo, en el momento de
la verdad, al sedarla e inyectarle el veneno, desplegó tanta energía en señal
de protesta, que la veterinaria se vio obligada a triplicar la dosis de
Dolethal, correspondiente a su peso, para que dejase de sufrir. Lobby demostró
así, hasta el final, seguir teniendo unas inmensas ganas de vivir, aunque solo
lo hiciese a ratos durante sus últimos años, sobre todo cuando le llevaba a la
playa de madrugada.
g) Una canción o cantante que tenga para ti un
significado singular
El aria Erbarme
dich mein Gott, de La Pasión Según San Mateo de Johann Sebastian Bach, al final
de Sacrificio, la obra póstuma de Andréi
Tarkovski. Lo escuché por primera vez en un cine alternativo de Estocolmo a
finales de los años 1980. La sala estaba llena y el público percibió la
partitura manteniendo un silencio sepulcral, que no dio pie a los habituales
aplausos después de terminar la película, a pesar de hacerlo con escenas
realmente impactantes. Pudo más el
sonido que la imagen.
h) Las 3 características que debe tener para
ti un buen editor/a.
Los buenos editores murieron o se
jubilaron anticipadamente a finales del siglo XX, con la competencia provocada
por internet. Por otra parte, siempre ha sido uno de los oficios más complejos,
basado en pura intuición ante la avalancha de textos que reciben a diario. En
todo caso, es necesario leer un libro tres veces antes de poder formarse una
opinión y eso requiere tiempo. Una vez seleccionado, hay que hacer todo lo
posible por respetar los criterios del autor; no es tu novela, aunque tengas la
sartén por el mango, es la suya. Finalmente, la promoción es fundamental, el
libro tiene que llegar a todas partes.
Los
primeros años aportó sobre todo nuevas miradas a la literatura y la amistad con
un grupo de personas sensibles, más adictas al verso que a la prosa. La mayoría
de ellas colaboró en una revista mensual que publicaba un pequeño texto de cada
una, que leíamos en alto para un público escaso. Hicimos además pequeñas
incursiones en un programa de radio que nadie escuchaba y una improvisada obra
de teatro, lo cual generalmente te hace crecer por dentro. Luego se estabilizó
el método del taller con Rosario Raro, Verónica y Adela, aunque los
participantes iban y venían, yo incluido, pasándole finalmente la dirección a
Pedro, que de alguna manera es el que más ha acertado en ese difícil equilibrio
entre la teoría y la práctica, con 20 personas tan diferentes tomando parte en
una fiesta en el que se viene tanto disfrutar como a aprender a escribir, o a
ser mejor persona, y no importa para nada la experiencia que tengas en el campo
literario, siempre te emocionas, ya que muchos textos son excelentes, mejores
ahora que en la primera etapa. Resumiendo, el taller de escritura de Benicasim
se encuentra completamente liberado del mundo del marketing y reúne un grupo de
personas con ganas de opinar. Lo único que escasea es juventud, y por eso se
agradece las esporádicas visitas de los amigos de Onda. Siempre ha habido buen
ambiente y de vez en cuando se escuchan relatos cargados de experiencias
personales. Es además una alternativa para escribir, probar textos y poder leerlos
ante un público mucho más atento de lo habitual.
12.- Para
terminar, me gustaría que definieras una escena lo más cercana posible a tu
felicidad.
La
felicidad es un mito, una piedra tirada al vacío. Lo importante es mantenerse
activo, escuchar cuidadosamente al entorno, amar y conocer, como escribió el
poeta friulano:
Solo l’amare, solo il conoscere
conta, non l’aver amato,
non l’aver conosciuto. Dà angoscia
conta, non l’aver amato,
non l’aver conosciuto. Dà angoscia
il vivere di un consumato
amore. L’anima non cresce più.
amore. L’anima non cresce più.
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