Lo que nunca había experimentado es la lectura de una
novelización de una obra de teatro. O sea, convertir en narración lo que un
script teatral transmite. Y esto es lo que he podido disfrutar con esta adaptación
de Charles Osborne, experto en la obra de Agatha Christie y La telaraña.
La obra plantea un escenario casi imposible, en una casa
tradicional en la que hay una habitación secreta, oculta a los ojos del
visitante. La forma en que el misterio se desentraña es magistral, como siempre
en las novelas de Agatha y que Charles ha sabido adaptar de forma fiel.
Es ese espíritu de misterio cotidiano, en el que lo que
parece que debería ser no es y lo que evidentemente es parecería imposible de
ser lo que transmite la magia de la narrativa de Agatha Christie.
Es también muy interesante y me atrevería a decir que
inquietante que cuando, en los primeros años 20 Agatha hizo las primeras
adaptaciones teatrales de sus novelas para los escenarios de Londres, el
personaje de Poirot era eliminado inmisericordemente. Lo hizo una y otra vez,
algo incomprensible porque creo que él funciona muy bien como pivote en la
narración. Sin embargo por algún motivo a ella no le parecía lo mismo por lo
que fue casi imposible encontrar a Poirot en los escenarios. Su primer estreno
teatral sucedió en 1928, una adaptación de Michael Morton de su primera novela,
y para mí la mejor de todas: El asesinato de Rogelio Acroyd.
¡Lo que daría yo por poder viajar a aquel momento en el
Londres de principio de siglo y disfrutar de la obra en directo!
Lo que me queda claro es que tanto la novelización de obras
de teatro como la teatralización de novelas es una labor compleja pero
plenamente satisfactoria cuando el sustrato del que se parte es una obra
maestra como cualquiera de las escritas por Agatha Christie.
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