Mucho se ha
hablado y escrito sobre Lo que el viento se llevó, la tan afamada
y nominada como “mejor película de la historia”. Sin embargo, es cierto, como indica
la guía teatral de esta función que, en su momento, durante la elaboración del
guion y preparación del rodaje, sus creadores no tenían nada claro que esto
fuera a ser así y la incertidumbre, la necesidad de crear una historia épica
les hizo estirar su creatividad hasta límites insospechados, con la espada de Damocles
encima de la posible ruina económica.
Es lo que se
cuenta en esta función protagonizada por cuatro actores que se comen el
escenario, sin descanso, sin pausas ni intermezzos durante hora y media que
pasa inadvertida.
Plátanos,
cacahuetes y lo que el viento se llevó es la adaptación al castellano de la obra
original Moonlight and Magnolias, de Ron Hutchinson, que ha dirigido José
Troncoso y para cuyo papel principal, el del productor de Hollywood, el judío
David O. Selznick, ha elegido al inefable Gonzalo de Castro, un actor de cierto
histrionismo, al que conocemos por tantas series de televisión desde aquella mítica
“7 vidas”, histrionismo que le va muy bien al personaje. La verdad es que
Gonzalo pilota y conduce una función en la que apenas calla, gesticula, grita,
interpela y seduce desde el primer momento. Tan bien como él están los otros 3
actores: Pedro Mari Sánchez que hace del guionista (periodistucho, como se le
denomina) Ben Hecht, José Bustos, que interpreta al director Victor Fleming, a
quien Selznik eligió tras despedir a Cukor, y Carmen Barrantes, como la
secretaria Srta. Poppenghul, en un papel menor pero no menos importante.
La hora y media pasa
sin darse uno cuenta porque la historia cuenta muchas cosas del interior del
rodaje que desconocemos. La “técnica” de actuación entre el productor y el
director para que así, el guionista, pudiese visualizar las escenas y
escribirlas. Las dudas y debate surgidos en torno a temas como la esclavitud,
el racismo, la igualdad, lo que se podía o no permitir en Hollywood en los años
30. Da para todo un ensayo y es sumamente interesante. También lo que se narra
sobre la elección de los actores, la decisión sobre las míticas frases que se
han convertido en virales o la famosa mítica y controvertida frase final de
Clark Gable seleccionando la palabra “francamente” y la que dijo Vivien Leigh
como final de los finales.
Ha sido esta una
función muy interesante desde todos los puntos de vista. Los actores están
francamente bien. El ritmo narrativo no baja en ningún momento. Las pausas y
silencios que se marcan (al menos dos destacados) son sumamente impactantes y
todavía atrapan más. Curioso que ya se tuviese claro que el verdadero censor,
el que decide y maneja el futuro de una obra es el espectador. Sí, por encima
de marketings, campañas, inversiones y lobbies.
Una recomendación
para este comienzo de año que os va a encantar, si tenéis la oportunidad. ¡No
os la perdáis!
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