Una canción en prosa. Un tema musical prosificado. Una
composición con estructura de canción y tempo de relato. Algo novedoso, quizá,
pero también tardío, más propio del XIX que de la inmediatez y de lo efímero
del arte virtual e inmaterial en el siglo XXI.
Así la imagino yo. Enseñoreada y poderosa. Recitada por una
voz radiofónica. Y escuchada por un público atónito que se mira por no entender
qué hace el cantante en el escenario ni qué sucede a su alrededor.
Una actuación sorprendente. Una performance que une
pasado y presente. Un espectáculo definitivamente atemporal y prosopopéyico que
sorprende a un público variopinto, ávido de pop y de canción melódica pero que,
en esta ocasión, recibirá mucho más, asistirá atónito a la transformación
musical en prosa, en esa gran dama de la literatura que ha pervivido, sobrevive
y triunfará por siempre.
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