domingo, 11 de abril de 2021

Azaña. Los que le llamábamos Don Manuel - mi crónica de lectura

El primer atractivo de esta novela es su autora: Josefina Carabias, una pionera del periodismo español, formada a fuerza de tesón y de luchar contra las circunstancias que empujaban en esa época a las mujeres hacia otros menesteres. A pesar de todas las dificultades, estudió Derecho y escribió y colaboró con multitud de periódicos y publicaciones durante la Segunda República y posteriormente, hasta 1979, año en que se jubiló.

El segundo atractivo tiene que ver con el punto de vista de la narradora. Y es que esta no es una novela al uso. No es una biografía, pero tampoco es una novela de ficción. Es la crónica histórica de un período, de relevancia importantísima en la vida de Manuel Azaña, tamizada por el filtro de la relación que éste tenía con la periodista, con quien siempre mantuvo una relación cordial e incluso de apoyo en un momento convulso para las profesiones liberales de las mujeres.

El tercer atractivo, el más interesante desde mi punto de vista, es el de la neutralidad frente a la figura de Azaña, vilipendiada por unos y aclamada por otros (tan de moda últimamente en el parlamento). Y es que el tiempo y la perspectiva siempre colocan las cosas en su justo sitio y ni son tan malos los defectos ni tan buenas las virtudes. ¿Quién imagina cómo se hablará de los políticos actuales y por ejemplo de su gestión frente a la pandemia cuando hayan pasado cincuenta años? Interesante futurible. ¡Quién pudiera leerlos allá por 2070!

Llegué a esta novela por mi interés en mejorar mi absoluta laguna de conocimiento acerca del periodo que se narra desde que Azaña es nombrado director del Ateneo hasta el advenimiento de la Guerra Civil. Los primeros años 30, un período como digo muy desconocido en general y creo que no es sólo mi caso. Considero que se dedica muy poco tiempo a su estudio en los institutos. Sí, de la Guerra Civil hay películas, documentales, libros y libros y novelas de todo tipo, pero muy pocos, me temo de esos primeros años treinta en los que tanto se tejió y se manejó.

Ha sido una lectura calmada y pausada, en la que he conocido muchos pasajes desconocidos para mí de nuestra historia dentro de una narración novelesca que Josefina ha tejido con gran maestría. Un libro que terminó poco antes de morir, a finales de los 70, cuando la democracia ya era una realidad en España. Me resulta especialmente interesante el Apéndice Imaginario, en el que imagina que Azaña llega a la España actual (la del momento de la escritura, 1979) y descubre que la actividad parlamentaria, la vida política y la situación del estado no son ni por asomo lo que él hubiera imaginado. Buen ejercicio de contraste. Interesante.

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