Un voluntario lo encontró una mañana de sábado cuando se
disponía a descargar la camioneta con los residuos orgánicos que había recogido
en su barriada la noche anterior. Al principio, cuando abrió la tapa del tanque,
no se dio cuenta, pero cuando se disponía a vaciar el primer cubo, vio un pie
humano descalzo que sobresalía del borde de la masa de compostaje y del susto se
le derramó todo por encima.
Lleno de mierda y excrementos, huyó corriendo al cuartel de
la Guardia Civil que estaba dos calles más arriba, gritando fuera de sí.
La gente lo miraba con una mezcla de asco y sorpresa, porque
desprendía un olor fétido y con los gritos que pegaba y la velocidad a la que
corría no terminaban de comprender qué es lo que estaba sucediendo.
Se armó un revuelo considerable. No se producía un crimen en
la población de Onda desde hacía décadas y mucho menos en un escenario tan
fétido y macabro como aquel.
La zona fue acordonada enseguida, acudió también la
alcaldesa y un buen número de curiosos que intentaban averiguar lo que había
sucedido, y sobre todo por qué aquel pobre diablo estaba cubierto de mierda.
Tuvieron que esperar a que llegase el juez para hacer el
levantamiento del cadáver, aunque en ese caso se tendría que haber denominado
el desenterramiento del cadáver, de aquella masa ingente de mierda compostada. Apareció
por allí la televisión local, ya que un asesinato en un pueblo como Onda era
todo un acontecimiento.
Al pobre voluntario que encontró el cadáver le habían
proporcionado una toalla para que se limpiase la cara y se quitase un poco el
mal olor, y se encontraba sentado en una esquina aparte, con el alma en los
pies, un susto de muerte y nadie que le consolase porque el aroma que despedía
tiraba de espaldas.
Cuando finalmente el agente pudo proceder a sacar el cuerpo
del contenedor de compostaje, se formó un silencio aterrador. Era evidente que
todos querían saber quién había sido el pobre desgraciado que había terminado
allí.
Intentó tirar del pie que emergía, pero la mierda compostada
era bastante espesa y tenía agarrado el cuerpo de manera que no pudo ni
moverlo. Se vio obligado a pedir ayuda a un par de fortachones de los que
estaban a la expectativa, en el público y cuando los tres tiraron a una
entonces sí, emergió de un tirón aquel cuerpo de plástico, calvo y sin ojos que
dejó a los cientos de espectadores de pasta de boniato.
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