Siempre he dicho que para mí los mejores ochenta fueron en
realidad los años comprendidos entre el 87 y el 92, configurando así un lustro-puente
entre dos décadas. Y resulta justamente clarificador que Suede comenzara
su carrera musical justo después, cuando para mí había disminuido de forma
evidente el interés por la música que se comenzaba a hacer en la década de los
noventa.
Echando ahora la vista atrás, treinta años después, estoy
dándome cuenta de que mi rechazo inicial a los “noventa” resultó seguramente
posicional, y que ello me hizo perderme buenos discos y grupos de una década
mucho más fructífera y creativa de lo que en su momento consideré.
Suede es un buen ejemplo de esto que he explicado.
Aunque siempre fueron un grupo que me gustó, nunca llegó a interesarme tanto como
para declararme un auténtico “fan” al uso, como lo fui y lo soy de otros
muchos. Y la prueba de ello la he tenido mientras leía este libro escrito por
su cantante y líder, Brett Anderson, titulado Tardes de persianas bajadas,
y he reescuchado los cinco discos fundamentales de su carrera en los que he descubierto
verdaderas maravillas y auténticos hits atemporales.
El libro está estructurado en cinco partes que corresponden
a los períodos creativos y de publicación de los cinco discos esenciales de Suede,
del 93 al 2002, una década en la que la banda pasó por los cuatro clásicos
estados de cualquier grupo en su trayectoria, como el mismo Brett los define en
él: Esfuerzo, éxito, exceso y desintegración. Cuatro sustantivos que casan
perfectamente con la altura y la calidad de cada uno de los discos y que
acompañaron la evolución estilística y personal de los miembros de Suede.
Suede (1993) – el debut. Sin duda una luz diferente
en el marasmo que fue el comienzo del grunge y de los cantautores con guitarra
de comienzos de los 90. Suede eran “esos sureños afeminados ” que componían
canciones extrañas dotadas de una base potente de rock pero sin que lo
pareciese.



A new morning (2002) – el disco que no se debería de
haber publicado porque el alma, la esencia de Suede, estaba ya muerta. Su publicación,
tras innumerables reversiones de cada tema que no gustaron a nadie supuso el certificado
de defunción.
Brett me ha sorprendido como un buen escritor, no tan solo
porque hable de su propia biografía sin histrionismos ni paños calientes,
porque asuma sus errores, sus salidas de pata y sus excentricidades cuando las
tuvo, sino porque sabe poner en perspectiva lo que sucedió hace treinta años y creo
que es capaz también de separar lo que sucedió en cada momento del recuerdo que
él tiene de lo que sucedió, algo tremendamente difícil cuando uno habla de sí
mismo.
Tardes de persianas bajadas fue un autoregalo,
ahora me doy cuenta de que afortunado, que me ha permitido reconciliarme un
poco con la música de los noventa, re escuchar las canciones de Suede mientras
lo leía, durante las tardes de esta #fase1 que parece intemporal y que no
avance y me ha hecho sentir muy bien. Ha sido una burbuja del pasado traída al
presente a través de un pequeño agujero de gusano musical.
Si tenéis ocasión, aunque nunca hayáis escuchado a Suede, os
lo recomiendo, os interesará y sorprenderá.
Y finalmente doy las gracias por algunos descubrimientos
como el grupo Strangeloves o la película El hombre de mimbre (The Wicker man).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aguardo tus comentarios: