Acudir a un
concierto de Fangoria es siempre una delicia personal, pero cuando se hace con
la compañía de buenos amigos y, en especial, con la de mi mujer y mis dos hijos
de 9 y 11 años, la experiencia se convierte en inolvidable.
El concierto
se celebró en la carpa de fiestas de Peñíscola, un recinto mediano en el que
sin embargo no tuvimos en ningún momento sensación de agobio. Aunque la
geometría de la carpa no invitaba a reproducir un sonido perfecto, estuvo
bastante acertado, algo que me sorprendió.
Comenzó
Fangoria con un clásico de Dinarama, El Rey del glam, pasado por el tamiz
electrónico de 2017 seguido de El cementerio de mis sueños, para mí
la canción más redonda del disco El
extraño viaje, con el que Izan (en el momento de su publicación tenía 2
años) descubrió a Alaska y a Fangoria. El trío del comienzo terminó con Ni tú
ni nadie, con el que el público se vino arriba, signo inequívoco de la
década predominante en la que vivíamos muchos de los presentes, como queda también reflejada en mi primera novela titulada ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
Tras este
trallazo guitarrero del comienzo continuaron con canciones de sus últimos
discos, Canciones para Robots románticos,
y Cuatricromía, como Iluminados,
que Adrián (mi hijo de nueve años) se sabía de memoria, Desfachatez, una de las
más aburridas en mi opinión, Más es más, que para mí es un canto
al exceso, Manual de decoración para personas abandonadas que no perdió
su encanto y preciosismo con la puesta en directo y Disco Sally con
variaciones de electrónica-máquina muy convenientes para perder los papeles
bailando, como si estuviésemos en un after-hours.
Siguió el
concierto con la parte más elaborada y en mi opinión más creativa, encadenando
verdaderas joyas compuestas por Nacho y Alaska: Espectacular fue tal cual
su título, una explosión de luminosidad y melodía que la pareja combina tan
bien con los ruidos y las bases rítmicas. La siguieron Perlas ensangrentadas,
revisitada para el momento actual y con una carpa a punto de explosionar por la
magnitud de una canción tan potente y que se ha mantenido durante tantos años. Absolutamente
comenzó con un recitado de Sara Montiel que nos dejó boquiabiertos y una puesta
en escena elegante, barroca y preciosista. Explosionó después Geometría
polisentimental, himno transgeneracional que coreamos toda la familia,
mi mujer Laura y mis dos hijos que se la sabían de principio a fin. También nos
encantó la siguiente, Dramas y comedias. Izan esperando el
momento de la coreografía que los bailarines representan en el video clip. Su
musicalidad y melodía es positivista a tope.
El trío
final enlazó con el trío del comienzo en mi opinión: No sé qué me das despertó
al público y levantó sus brazos en un viaje mediático que arrasó con A
quién le importa, coreada por las miles de personas presentes en la
carpa a volumen brutal. El momento de excelsa adrenalina terminó con Fiesta
en el infierno, en mi opinión mejorada hasta lo sublime en su versión
en directo.
Todos
queríamos más, por supuesto y tras unos minutos reaparecieron Rafa Spunky, Baby
Horror, Nacho Canut y Alaska para interpretar la canción que vehicula la
película Cuernos de espuma, de Manuel
Toledano y con la que Alaska se emocionó en uno de sus últimos cumpleaños interpretada
por Asier Etxeandía, ¿Por qué a mí me cuesta tanto?, profunda,
sentimental, lánguida y electrizante.
Pero el
pre-final tenía que estar a la altura de un concierto como el que dieron y el aluvión
final no tuvo descanso, con todas las canciones unidas que hablan de bailar que
dejaron al público extasiado.
La sorpresa
final fue mucho más que una sorpresa, cuando Alaska invitó al escenario a la
Nancy Anoréxica (alter ego de Mario Vaquerizo) para interpretar un tema-remix-mezcla-versión
que comenzó con la pecular visión de Nacho Canut de Hey boy, hey girl, de los Chemical
brothers muy bien traída en su mezcla hacia el clásico Y.M.C.A. y versionada en
castellano que literalmente creó una implosión sonora en la que el público se
entregó a los pies de la estirpe Fangoria y sus acólitos.
Sí, eché de
menos más temas de la primera etapa de Fangoria, de la trilogía Un
día cualquiera en Vulcano, algún single de los discos más comerciales
intermedios de Fangoria y quizá hasta alguna canción “rara” de Dinarama que en
el renacer de Fangoria a final de los 90 solían añadir en los directos.
La última
vez que estuve en uno de sus conciertos fue en el Sónar en el que actuaron
durante la gira posterior a la publicación de El extraño viaje y el
listón lo dejaron muy alto pues en aquella ocasión ofrecieron una primera parte
con un cuarteto de cuerda, todos vestidos de blanco, fusionado con la
electrónica que es imposible olvidar.
Sin embargo,
y aun a pesar del hándicap de aquel fantástico precedente, fue una noche para
recordar, para rememorar años después, cuando mis hijos hayan crecido y quizá
vayan a su primer concierto con sus propios hijos, y estoy feliz porque sé que
éste, el primer concierto al que ellos acudieron en su vida, lo recordarán
siempre con cariño y devoción. Larga vida y prosperidad-------
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