Sofía Yanke tuvo
un éxito fulgurante en el mundo del arte. Tras una primera etapa de
impresionismo evolucionó hacia la abstracción, su gran pasión. Un éxito que
para ella era algo artificial. No podía creer que tras sólo cinco años de
creación pictórica hubiera llegado a exponer en el museo Reina Sofía y que
tuviera una exposición permanente en el IVAM de Valencia.
Los periodistas se pegaban por conseguir
sus entrevistas en programas de televisión, o en revistas especializadas, y su
nombre siempre aparecía en los listados de las figuras más innovadoras de la
cultura y el arte español.
Pero ella era crítica con la fama y con
los expertos que la habían encumbrado. A menudo encontraba vacíos los
comentarios sobre su obra, ya que solían quedarse en lo inmediato del efectismo
abstracto, sin profundizar en su significado. Criticaba sin miramientos la
superficialidad del mercado del arte contemporáneo. y era una inconformista que
chocaba con los postulados de moda, pasajeros e intranscendentes, desde su
punto de vista.
Cecilia Arnáez era una
amante frustrada del arte abstracto y pintora en soledad. Su trabajo mundano
como técnica de conservación relegaba su arte a la categoría de hobby.
Malgastaba su talento en la preservación y reparación de obras de arte antiguas
que, gracias a ella, volvían a la vida para el gran público, una labor
encomiable y completamente anónima.
Cecilia acudió a una exposición de la
Fundación Ibercaja en Zaragoza. Los cuadros expuestos le parecieron
maravillosos y su experiencia fue mucho más enriquecedora cuando conoció a su
autora: Sofía Yanke, la pintora zaragozana que había triunfado en toda Europa y
que había llegado a ser mencionada por la mismísima Ministra de Cultura como
ejemplo de mujer comprometida con el arte, talentosa e innovadora.
Se hicieron cómplices nada más conocerse y
establecieron una relación muy especial. Sofía, famosa y mediática, en el fondo
odiaba la popularidad mientras que Cecilia, artista en su privacidad, anhelaba
poder mostrar su arte al mundo. Ambas comentaban a menudo lo falso y arbitrario
que era triunfar y abrirse camino en un mundo tan mediático.
La Fundación Ibercaja había cedido una
parte de su espacio, la que ocupaban los cuadros que habían sido enviados a
restaurar, para que los técnicos que trabajaban en su cuidado pudiesen exponer
de forma temporal sus propias obras. Tan insólita propuesta tenía una
limitación temporal de dos semanas y Cecilia aprovechó la ocasión para
proponerle la idea a Sofía. A ambas les pareció una buena forma de agitar las
conciencias de la modernidad y de mostrar la falsedad que rodeaba al mundo del
arte en tantas ocasiones.
Cecilia pintó dos cuadros idénticos, uno
lo firmó como Sofía Yanke y otro con su propio nombre. Aparecieron expuestos de
forma simultánea: El primero en la exposición permanente de Sofía Yanke del
IVAM con el título “Mar soñando en azul”, donde fue clamorosamente elogiado y
descrito como obra maestra e innovadora del concepto del arte abstracto.
El segundo, bajo el título de “Sueño en
azul marino”, en el museo de la Fundación Ibercaja dedicado a los técnicos de
restauración.
Su obra fue objeto de críticas demoledoras
por algunos de los más importantes críticos de arte que cubrían todas las
exposiciones de la red de museos españoles. Sin embargo, durante las mismas
semanas, algunos de aquellos críticos y expertos elogiaron hasta lo indecible
el cuadro expuesto en el IVAM, que finalmente se vendió por quinientos mil
euros a un fondo inversor kuwaití.
Sofía y Cecilia consideraron una
obscenidad la cantidad que se había pagado por el cuadro y decidieron hacer
público en horario de máxima audiencia televisiva, en el programa Salvados, el
documental que ambas habían grabado durante el proceso de elaboración de los
dos cuadros, con el mismo pincel, y por la misma autora: Cecilia Arnáez, una
desconocida técnica de restauración.
Jordi Évole terminaba su programa
entrevistando a alguno de los críticos que se habían pronunciado respecto a
ambos cuadros sin darse cuenta de que eran dos copias idénticas. Pero nunca
reconocieron lo evidente. Dijeron que lo que se había podido ver en el
documental era un montaje que nadie podía creerse. Y Jordi terminaba con una
pregunta para el público: ¿Cuál es el verdadero montaje?
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