SILVIA
Silvia soportaba una cotidianidad prosaica. Su líbido se había extinguido
y su relación matrimonial había devenido en una conveniente amistad que ayudaba
al mantenimiento del estatus social que ambos necesitaban para su vida pública.
Era la candidata por el partido conservador a las próximas elecciones
generales y nada en su pulcra carrera había entorpecido hasta entonces su
objetivo: Convertirse en la primera mujer que alcanzase la presidencia del
gobierno. El continuo estrés, las múltiples presiones que cada día la envolvían
en nubes de irrealidad, junto con el adoctrinamiento de su partido habían
terminado por completo con el estímulo de su sexualidad.
Pero apareció Esteban, con su salvaje masculinidad, su musculatura, una buena
conversación y aquella sonrisa seductora. Poseedor de rasgos arábicos, barba
cerrada y mandíbulas encuadradas. Poseía una excitante musculatura que conseguía
empotrarla y hacerla jadear cuando bombeaba dentro de ella
Los dos últimos meses, cada fin de semana, Esteban la transportaba al
limbo del placer hipnótico con su miembro poderoso y su delicada sensualidad.
Silvia había acudido a inaugurar el complejo “Nevasport”, construido
para acercar la práctica del esquí a los habitantes de la playa. Comprendía 6 kilómetros
cuadrados de recinto refrigerado mediante aire acondicionado a -6 ºC que
mantenían un estado óptimo de nieve en polvo. El proyecto había sido objeto de crítica
generalizada ante la sospecha del seguro pelotazo que el partido político que
Silvia lideraba parecía haber conseguido en forma de comisiones ilegales.
La inauguración sería esa noche y hasta la hora del evento, descansaba
en la suite de lujo que el hotel que albergaba le había ofrecido.
Allí quedó con Esteban para saborear las esencias de aquel semental,
previo a la avalancha de aplausos populistas y aduladores. Necesitaba un viaje
a la dimensión del placer infinito que sólo él era capaz de imprimirle. Y
Silvia se entregó a él. Las piernas de Esteban habían ya rodeado su pubis y a
cada embestida se notaba caer más y más profunda en un pozo de deseo. De repente,
un brusco sonido les paralizó por completo. El primer ruido fue continuado con
un estruendo entrelazado con ruidos metálicos y acompañados por una ola de
calor. No entendían qué ocurría pero inmediatamente los móviles de ambos empezaron
a sonar y supieron que algo grave estaba sucediendo.
Esteban se separó de ella y con el pantalón a medio subir recibió un
golpe letal. Parte de la estructura metálica que soportaba el techo se había
derrumbado seccionándole por completo una pierna y haciéndole caer al vacío,
agonizando, en cuestión de segundos.
Silvia entró en pánico. Consciente de que nada podía hacerse por
Esteban, intentó vestirse apresuradamente, temiendo por el escándalo si la
encontraban en la misma habitación que él e intentó bajar de la cama. Pero fue
demasiado tarde. Los guardaespaldas acababan de derribar la puerta de la suite
y, junto con su jefe de prensa y algunos fotógrafos que la seguían por toda la
geografía habían entrado encontrando semejante holocausto: la habitación era
apenas una isla de suelo sin paredes y la parte donde estaba ubicada la cama
parecía flotar en el vacío.
Silvia, finalmente, asumió que el escándalo acabaría con su carrera y
decidió unirse con Esteban, dejándose caer para unirse con él en un limbo
inmaterial.
ESTEBAN:
Esteban había decidido dedicar la sobremesa a disfrutar del último libro
de Gavin Menzies, por lo que había
puesto en spotify a Blue Nile y con su café aromatizado con
avellana en la mesita del salón acababa de abrir la tapa del libro que llevaba
semanas esperando.
Las primeras páginas le atraparon por completo en la historia, se diluyó
en el ambiente recreado y el especiado sabor de la avellana del café le
transmitió serenidad.
Era el ingeniero jefe del proyecto “Nevasport” y estaba exhausto tras 4
semanas continuadas, trabajando 16 horas diarias para terminar a tiempo el
acondicionamiento del recinto para su inauguración. Había tenido disputas con
el ministro de fomento y su equipo desde el primer momento. Según su
experiencia aquel proyecto carecía de los mínimos avales de seguridad. La
decisión que colmó su paciencia fue cambiar, apenas 2 semanas antes de comenzar
la construcción, el proveedor de acero con el que se construiría la estructura
metálica que soportaría todo el complejo. Aunque emitió informes posicionándose
en contra y los presentó en el ministerio nadie quiso escucharle y fue
calificado de tremendista.
La melodía de On the hill side
ralentizaba su respiración otorgándole un estado semi-hipnótico de máxima
relajación. Su mente estaba inmersa en la historia, ajeno al momento real y a
su realidad, y ello le impedía escuchar el móvil que había dejado en el
dormitorio.
Cuando terminó la pieza, acudió a darse una ducha y revisó el Whats app. Tenía un mensaje de Silvia, a
quien había conocido durante la aprobación del proyecto en el acto
institucional que el partido había organizado y con quien había establecido una
atracción inmediata, para que acudiera a la suite del hotel que albergaba el
recinto.
Silvia era una bomba. Las sesiones de sexo con ella eran puro desenfreno.
No recordaba haber disfrutado tanto ni haber hecho disfrutar tanto a nadie
antes, pero no quería colgarse demasiado con ella pues sabía que estaba casada
y que ella no iba a renunciar a su matrimonio. Se puso los tejanos más
ajustados que tenía con sus botas de punta negra y su camiseta favorita de los
Clash. Cuando llegó a la suite, ella estaba ya casi desnuda, esperando a que él
llegase. Le arrancó el pantalón y comenzaron a revolcarse por la alfombra.
Esteban, ya desnudo de cintura para abajo, se despojó de la camiseta y arrancó
de un mordisco la exigua goma del tanga que apenas disimulaba su sexo y
comenzaron a entrelazar piernas y cintura.
De repente, aquel ruido ensordecedor. ¡Vaya cortada de rollo, justo
cuando estaba a punto de regar con su savia aquel húmedo reducto de
sensualidad...! Otro estruendo todavía mayor. Apenas pudo mirar la cara de
susto de Silvia. La suya propia puso una mueca de incredulidad. Era el
responsable del montaje de las estructuras metálicas que soportaban la
superficie de “Nevasport”, de manera que lo que vio a través del ventanal fue
como un apocalipsis anunciado. Toneladas de acero desprendiéndose hacia abajo y
cientos de miles de toneladas de hormigón cayendo al vacío desde los 70 metros
de altura a los que él había diseñado el recinto.
Ni siquiera tuvo tiempo de sentir miedo, o avisar a Silvia. La plancha
de acero le cortó de cuajo la pierna derecha por debajo de la rodilla.
El dolor le paralizó aquellos músculos esculpidos a golpe de entrenamiento,
y roto por el dolor y el pánico de ver cómo se desangraba, recibió el golpe
letal en la cabeza que le aplastó por completo medio cuerpo y lo lanzó al
vacío.
Se vio desde fuera de sí mismo y, preso del pánico y sin poder respirar
comprendió que acababa de morir. Se giró y pudo contemplar a Silvia mirándole,
rota en lágrimas y con el semblante descompuesto, y quiso ayudarla.
Pero supo que su inmaterialidad se lo haría imposible. Así que volvió a
introducirse en su cuerpo y entonces la vio cayendo por el precipicio, para unirse
con él en cuerpo y alma.
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