Esta es mi
segunda experiencia con John Fante. La anterior fue en agosto del año pasado,
cuando leí Llenos de vida. Como terminé diciendo en mi crónica de
lectura, finalmente he leído La hermandad de la uva, que me fue
recomendada por David Vivancos.
Y tengo que
volver a repetirme, en cierto modo. Me parece que John Fante es un maestro
retratando la sociedad costumbrista de los años cincuenta en Estados Unidos. En
este caso, es el retrato desnaturalizado de los inmigrantes que dejaron Italia
para buscar un futuro mejor pero que siguieron viviendo su vida exactamente
igual a como lo hacían antes de emigrar. Su entorno estaba tildado de pura
esencia italiana, sus amistades y su círculo de relaciones sociales era
mayoritariamente italiano, sus menús eran pura cocina italiana y su forma de
entender la vida y de comportarse destilaba italianismo por los cuatro
costados. Se habían habituado a vivir en su pequeña cápsula dentro de la
sociedad americana, sin llegar a integrarse o a mimetizarse con ella salvo por pasiones
tan triviales como el béisbol por ejemplo.
El lenguaje de
John Fante es un arma poderosa para enganchar al lector. Los diálogos y las reflexiones
del protagonista son tan certeras, tan de verdad, que en algunas puedes verte a
ti mismo y aunque no las hayas vivido puedes sin ninguna duda imaginarte en
ellas.
Es esa inmediatez y cercanía con el mundo del lector lo que en mi
opinión es la joya de la narrativa de John Fante.
Destaco la
acidez, el cinismo, en algunos momentos, la crítica directa y por encima de
todo la naturalidad del planteamiento de su novela.
Denominar La
hermandad de la uva al grupo de borrachos amigos del padre del protagonista
tiene un punto de acidez soberbio y hace que este sea, sin duda un libro de
necesaria lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aguardo tus comentarios: