Estoy seguro de que cuando introducimos dentro de una
reflexión o análisis la palabra ESPAÑA, la reacción que genera es muy distinta
de si la hacemos en inglés y mencionamos SPAIN.
Sí, ya sé que parece una bobada, pero creo que tiene mucha
transcendencia. Y es que el uso de la palabra España, la defensa de la bandera
o la escucha del himno se han convertido, por arte de las bipolaridades
españolas históricas en algo rancio, en algo que “no mola”, no se lleva, y
parece que quien lo hace, quien simplemente dice que España es su país, parece
que ha vuelto al siglo XX y a cierta década para olvidar.
Sin embargo, basta con hacer un par de viajes lejos de aquí
para darte cuenta de cuán importante es poder referirte a tu país, poder sentirte
de ese sitio que aquí nos cuesta pronunciar. Os aseguro que alegra (y mucho)
ver nuestra bandera en determinados escenarios en los que la Unión Europea y todo
lo que suene a civilización occidental nos hace relajar la respiración, nos
aleja de la barbarie del subdesarrollo o de la ausencia de derechos sociales.
Y ¿por qué digo esto en este momento? Porque estamos en un
momento crucial en el que por todos lados surgen agoreros que ya vaticinan todas
las catástrofes habidas y por haber, el fin de todas las Españas y la destrucción
de años de convivencia.
Yo, que siempre defiendo el relativismo y que siempre considero
que no vivimos en un mundo de BLANCO y NEGRO, sino de mil tipos de gris ya os
digo que ni España se va a romper, ni el mundo se va a acabar ni la economía se
va a ir al garete por el gobierno que se forme. Si lo hace, lo hará sin duda siguiendo
la estela del globalizado anuncio de la crisis que pronto se desatará cuando
explote la burbuja de la Deuda soberana de los países (que sí, sí que va a
pasar).
Por supuesto, los políticos son gente que prioriza por
encima de cualquier otra cosa los intereses de su propio partido (esto lo hacen
todos de toda condición y el que diga que no lo hace está mintiendo descaradamente),
así que en la negociación y en el proceso que hemos tenido tras las elecciones
cada uno ha jugado sus cartas.
Así que el punto de vista desde el que se califica algo es
muy relevante. Lo es porque te permite observar la misma situación desde
distinto punto de vista, y eso te ayuda a desdramatizar.
Yo, que soy votante de izquierdas de siempre, presumo de ser
español, (claro también soy aragonés y castellonense) sobre todo cuando visito
Pakistán, o Bangladesh, o Vietnam, o Turquía. Sí, yo soy “spanish”, y ser “spanish”
mola. Caemos bien en general, o al menos en el mundo profesional en el que yo
me he movido. Se nos considera más hospitalarios, cercanos y divertidos que
alemanes, franceses o italianos y muchas veces he entendido eso que alguien de
fuera de España considera “ser español”.
Así que cuando estoy de viaje y veo mi bandera en un hotel
de Indonesia o cuando escucho hablar español en una película norteamericana o
alguien me ofrece “paella” (o más bien un sucedáneo de la misma” me siento
bien.
Estoy convencido de que nada de esto va a cambiar porque
tengamos un gobierno de coalición, con muchas limitaciones, con la necesidad
obvia de llegar a acuerdos y con la necesidad, también obvia de las
abstenciones producidas. Ya sé que todos los escenarios son criticables pero lo
que no acepto y por lo que no paso es porque haya “críticas a priori”. Hagámoslas
cuando tengamos la experiencia de los días transcurridos y veamos qué es lo que
ocurre. Si las bolsas se hunden, el paro se dispara, los catalanes se hacen el referéndum
y se van de España y todos los presos de ETA son liberados, pues claro,
tendremos que protestar a saco, pero es que nada de eso ocurrirá porque más allá
de dimes y diretes y sobre todo de disparates, presumo que hay cierta materia
gris en las mentes de los políticos y, como ha ocurrido en gobiernos de
coalición de tantas comunidades autónomas y de tantos países europeos, España seguirá
siendo la misma, unida (sí, tranquilos que no voy a decir Una, grande y libre,
que soy de izquierdas), luchando contra la crisis de deuda que se avecina,
contra la globalización y contra la emergencia climática, que sí son reales.
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