domingo, 12 de enero de 2020

ESPAÑA (SPAIN)


Estoy seguro de que cuando introducimos dentro de una reflexión o análisis la palabra ESPAÑA, la reacción que genera es muy distinta de si la hacemos en inglés y mencionamos SPAIN.

Sí, ya sé que parece una bobada, pero creo que tiene mucha transcendencia. Y es que el uso de la palabra España, la defensa de la bandera o la escucha del himno se han convertido, por arte de las bipolaridades españolas históricas en algo rancio, en algo que “no mola”, no se lleva, y parece que quien lo hace, quien simplemente dice que España es su país, parece que ha vuelto al siglo XX y a cierta década para olvidar.

Sin embargo, basta con hacer un par de viajes lejos de aquí para darte cuenta de cuán importante es poder referirte a tu país, poder sentirte de ese sitio que aquí nos cuesta pronunciar. Os aseguro que alegra (y mucho) ver nuestra bandera en determinados escenarios en los que la Unión Europea y todo lo que suene a civilización occidental nos hace relajar la respiración, nos aleja de la barbarie del subdesarrollo o de la ausencia de derechos sociales.

Y ¿por qué digo esto en este momento? Porque estamos en un momento crucial en el que por todos lados surgen agoreros que ya vaticinan todas las catástrofes habidas y por haber, el fin de todas las Españas y la destrucción de años de convivencia.

Yo, que siempre defiendo el relativismo y que siempre considero que no vivimos en un mundo de BLANCO y NEGRO, sino de mil tipos de gris ya os digo que ni España se va a romper, ni el mundo se va a acabar ni la economía se va a ir al garete por el gobierno que se forme. Si lo hace, lo hará sin duda siguiendo la estela del globalizado anuncio de la crisis que pronto se desatará cuando explote la burbuja de la Deuda soberana de los países (que sí, sí que va a pasar).

Por supuesto, los políticos son gente que prioriza por encima de cualquier otra cosa los intereses de su propio partido (esto lo hacen todos de toda condición y el que diga que no lo hace está mintiendo descaradamente), así que en la negociación y en el proceso que hemos tenido tras las elecciones cada uno ha jugado sus cartas.

Así que el punto de vista desde el que se califica algo es muy relevante. Lo es porque te permite observar la misma situación desde distinto punto de vista, y eso te ayuda a desdramatizar.
Yo, que soy votante de izquierdas de siempre, presumo de ser español, (claro también soy aragonés y castellonense) sobre todo cuando visito Pakistán, o Bangladesh, o Vietnam, o Turquía. Sí, yo soy “spanish”, y ser “spanish” mola. Caemos bien en general, o al menos en el mundo profesional en el que yo me he movido. Se nos considera más hospitalarios, cercanos y divertidos que alemanes, franceses o italianos y muchas veces he entendido eso que alguien de fuera de España considera “ser español”.

Así que cuando estoy de viaje y veo mi bandera en un hotel de Indonesia o cuando escucho hablar español en una película norteamericana o alguien me ofrece “paella” (o más bien un sucedáneo de la misma” me siento bien.

Estoy convencido de que nada de esto va a cambiar porque tengamos un gobierno de coalición, con muchas limitaciones, con la necesidad obvia de llegar a acuerdos y con la necesidad, también obvia de las abstenciones producidas. Ya sé que todos los escenarios son criticables pero lo que no acepto y por lo que no paso es porque haya “críticas a priori”. Hagámoslas cuando tengamos la experiencia de los días transcurridos y veamos qué es lo que ocurre. Si las bolsas se hunden, el paro se dispara, los catalanes se hacen el referéndum y se van de España y todos los presos de ETA son liberados, pues claro, tendremos que protestar a saco, pero es que nada de eso ocurrirá porque más allá de dimes y diretes y sobre todo de disparates, presumo que hay cierta materia gris en las mentes de los políticos y, como ha ocurrido en gobiernos de coalición de tantas comunidades autónomas y de tantos países europeos, España seguirá siendo la misma, unida (sí, tranquilos que no voy a decir Una, grande y libre, que soy de izquierdas), luchando contra la crisis de deuda que se avecina, contra la globalización y contra la emergencia climática, que sí son reales.


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