Esta semana he escuchado varios programas y tertulias, con
el pretexto de debatir sobre si el gobierno debe utilizar el artículo 155 para
desmadejar la supuesta “inmersión lingüística” catalana, acerca de las bondades
y maldades de la educación bilingüe. Pero mi reflexión no tiene nada que ver con Cataluña, sino
con el modelo educativo bilingüe Castellano-Inglés.
En muchos casos la opinión acerca de la implantación de este
sistema ha sido negativa. Aunque el tema tiene muchas aristas y gran parte de
ellas relacionadas con el nivel socio económico de las familias que lo puedan
elegir para sus hijos, yo me abstraeré de ello, intentando centrarme en la
cuestión puramente lingüística.
Y la primera pregunta que me hago es: ¿existe realmente el bilingüismo? Hay teorías y opiniones a favor y
en contra. Yo me quedo con un hecho, el de los niños que se crían en una
familia donde el padre habla una lengua y la madre otra y desde que comienzan a
hablar lo hacen en ambas. Sería lo que podríamos llamar bilingüismo natural.
Por tanto, si eso existe, partiré de la premisa de que el bilingüismo también.
Ahora bien, la cosa cambia si a ese estado ideal en el que la mente piensa,
razona, deduce, sueña y se expresa indistintamente en dos lenguas se llega tras
años de estudio de la segunda lengua (la no materna).
Como es evidente que ese caso no tiene nada que ver con el
ideal, mi planteamiento llega finalmente al motivo de esta reflexión y es el de
cómo podríamos facilitar el entorno de aprendizaje a un niño, que no se cría en
un hogar bilingüe, para que llegue a serlo.
Lo ideal sería moverse a otro país y vivir en un entorno en
el que el niño conviva con otra lengua distinta a la que hablará y aprenderá en
casa con sus padres. Este otro país podría ser Reino Unido pero podría ser
también Cataluña, por ejemplo. Conozco experiencias en este sentido y el
bilingüismo que se alcanza es prácticamente real, si el niño lo comienza siendo
no demasiado mayor.
Otra alternativa es llevar al niño a un colegio que sigue el
curriculum de otra lengua (por
ejemplo un colegio inglés). La calidad de aprendizaje de la segunda lengua será
sin duda menor que si viviese en el país en cuestión pero aun así considero que
llegará a adquirir un nivel de dominio de la segunda lengua suficientemente
alto como para, sin llegar a estar al mismo nivel que su lengua materna,
expresarse, trabajar, leer libros, y poder desarrollar una vida en ese idioma.
La tercera y peor alternativa es que el niño reciba unas
asignaturas en castellano o la lengua cooficial de cada parte de España y otras
en la segunda lengua extranjera. Por ejemplo, hay algunos colegios que imparten
un supuesto bilingüismo enseñando Ciencias Naturales, y la asignatura de Inglés
en ese idioma únicamente, que en una segunda etapa se incrementa hasta un 50%
de las asignaturas siempre que no sean Ciencias Sociales, Lengua o Matemáticas.
En mi opinión este sistema carece de sentido pues el
aprendizaje del segundo idioma ha de estar contextualizado a un todo. Es decir
no sirve de nada saber las partes de un árbol en inglés si el alumno no sabe
expresarse o redactar en inglés. Lo
mismo sucede con la geografía o la historia. ¿Para qué estudiar la historia de
España en inglés? Lo lógico sería estudiar la historia de Reino Unido en Inglés
y la de España en castellano, en todo caso.
Y es que antes de “estudiar” o “aprender” en otro idioma
(pongamos el inglés como ejemplo tipo pero serviría cualquier otra), como
lengua vehicular, considero que se tiene que saber suficiente de esa lengua,
leer, escribir, redactar etc.. para, con esa barrera superada, poder estudiar
cualquier temario. Si no, se supeditará siempre el contenido a estudiar al
continente o lengua en que se haga. Además, el profesor que imparta esas
asignaturas en la lengua extranjera debe tener un dominio de la misma que dudo
mucho se alcance en muchos de los casos.
Por lo tanto esta tercera vía para mí es un parche casi tan
parecido al de llevar al alumno un par de horas a la semana a una academia. Eso
para mí no es aprender en un sistema bilingüe, sino es estudiar la asignatura
de inglés, que es muy distinto.
Y claro, todas estas limitaciones son comprensibles ante la
continua falta y recorte de recursos que las sucesivas administraciones y
ministros de educación (y englobo a los de todos los colores) han ido
aplicando, en detrimento del futuro de nuestros hijos y para mayor gloria
rediticia de las siguientes elecciones que tuvieran en perspectiva.
Es una lástima que este tema no se trate con la suficiente
profundidad y seriedad, pero así son los políticos que tenemos en España. Y por
eso yo digo, que así, prefiero una ausencia total de bilingüismo en las
escuelas públicas españolas porque es peor aprender mal que no aprender. Y
desde luego mucho más grave es no aprender Ciencias Naturales o la asignatura
que sea porque se centre toda la atención en poder entender lo que se lee del
libro o entender lo que explica el profesor.
Así pues, mi posición en esto es radical. O bilingüismo
total y real con todo lo que conlleva, sobre todo la financiación detrás que lo
permita desarrollar o monolingüismo con asignaturas extranjeras. Lo demás son
castillos en el aire que suenan muy bien para las próximas elecciones pero que
no sirven para nada.
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