Arturo, cavilaba y le daba vueltas a su problema
mientras leía la noticia en El País de que el disco se iba a editar de nuevo en
versión digital remasterizada. Acompañaba a la noticia una reseña hecha por el
mismo redactor que parió semejante título en su momento, eso sí, añadiendo que
se trataba de la reedición de una de las obras maestras del pop español.
¿Cómo puede ser
que el tiempo cambie tanto la percepción de algunas cosas?, se preguntaba
Eso es lo que
llevaba trajinando por su cabeza Arturo, desde hacía más de un mes, cuando fue
humillado en el instituto por 3 cafres, supuestos amigos, que habían jodido su
autoestima.
Escribía poesías
desde que recordaba ser capaz de ligar varias palabras en un mensaje. Siempre
en secreto. Siempre poesías de amor, reflexiones sobre la belleza y la armonía
de las cosas: Eran temas supuestamente incompatibles con un adolescente de 16
años que vivía en un pequeño pueblo de la España interior. De haberse sabido en
el pueblo, hubiese sido inmediatamente catalogado y marginado por esa
sensibilidad, de modo que él siempre lo había ocultado.
Sus amigos ni lo
sospechaban. Antes bien, solían hacer continuas bromas con la poca cabeza que
tenía Arturo y lo torpe que era con los estudios.
De manera que
cuando los 3 cabrones publicaron en la web del colegio la copia escaneada de su
versión de puño y letra de la poesía “Esplendor de primavera” perdió la noción
de sí mismo y su mundo, como había sido hasta entonces, terminó.
En realidad,
visto con distancia, era algo trivial. Al fin y al cabo, ni había hecho daño a
nadie, ni había traicionado la confianza de ninguno de ellos, pero se había
hecho público un hecho sumamente íntimo, desconocido incluso para su familia.
Eso le hizo sentirse ultrajado, pues mucha gente había llegado (tras la
publicación) hasta lo más profundo de su pensamiento sin que él le hubiese dado
su permiso. Por eso se sentía hundido.
Las
burlas fueron continuas desde entonces. Siempre se acompañaban de una risa y un
comentario cruel que le hicieron sumirse en una pequeña depresión.
Ya
no salía con la pandilla. Se encerraba en su cuarto al salir del instituto y
pasaba las horas leyendo.
Pero él estaba
ya relativizándolo. De hecho, fue, al toparse con la noticia de El País cuando
supo que aquello terminaría siendo un mero recuerdo de adolescente inseguro.
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