La obra plantea una trama en la que el espacio y el tiempo
se deshacen y mezclan en un único escenario. Las conversaciones se alternan sin
transiciones con todos los personajes en el escenario, de forma orgánica y sin
estructurar. Una oficina destartalada, la casa de una pareja, un bar y una
consulta médica son las cuatro escenas donde se desarrollan los diálogos entre
ellos que finalmente confluyen en una unidad para los cinco protagonistas.
Hay cierta desigualdad en el poder escénico de ellos.
Obviamente la actriz con más vis cómica, Carmen Ruiz es la que se merienda el
escenario con su genialidad, su verborrea y su gestualidad más auténtica. Los
otros cuatro actores le siguen, muy por detrás en mi opinión, quizá porque sus
guiones también lo hacen o simplemente han sido escritos así.
Es interesante comprobar como tiene un importante
protagonismo todo lo que no se ve en escena, pero con lo que se dialoga: los
jefes de la oficina, la doctora del centro de fecundación, el camarero o el
amante en el bar. Son ausentes que dan sentido a los monólogos y que enriquecen
la actuación de los mismos.
La trama narrativa es muy sencilla y la forma en que al
final los cinco protagonistas confluyen en una escena común es, en mi opinión,
un poco forzada para que ello ocurra.
A pesar de todo la obra ofrece muchos momentos de sonrisa,
algunas buenas carcajadas, ternura e incluso tristeza, algo difícil en un mismo
texto.
Lleno hasta la bandera en el teatro de Benicàssim como suele suceder cuando se programa una obra de teatro que gira por territorio nacional. Más se deberían programar, en mi opinión porque el público benicense siempre responde.
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