Debo decir que me ha impresionado la sencillez del espacio, un antiguo palacete que alberga una pequeña sala donde se dan conciertos de gran éxito (imposible conseguir entrada) y tres plantas de diferente extensión: La planta baja alberga la exposición temporal en cada momento, de José Luis Corella en la actualidad, el artista valenciano nacido en 1959 compuesta por 92 obras de pintura y dibujo, compuesta por paisajes urbanos, desnudos femeninos, la infancia de su hija y escenas pictóricas de gran colorido e hiperrealidad. Un realismo sensato e irracional por momentos, con gran detalle en los rostros y las manos de los personajes que sus ojos visionan.
Más interesante aún si cabe me parecieron las pinturas hiperrealistas de la primera planta, algunas de óleo sobre lienzo, otras de acrílico sobre papel encolado en madera, hipnóticas, creando un efecto óptico de perfección que se va clarificando cuando acercas tus ojos hacia la obra, hasta descubrir los más pequeños detalles que explican cómo se consigue el efecto de hiperrealismo fotográfico a una cierta distancia.
Hay autores y obras que me han fascinado, entre las que
destaco: los árboles de Andrés Castellanos García, impresionantes y
tridimensionales, los retratos de Eloy Morales Ramiro y Edgar Noé Mendoza Mancillas,
la neurosis de Fausto Martín y el Bentley de Carlos D. Pulido.
El museo se completa con muchas otras obras de arte
contemporáneo del siglo XX, con esculturas y obras menos conceptuales aunque igualmente
interesantes y con una gran cantidad de retratos de distinta factura, todos ellos
elaborados en la segunda mitad del siglo XX.
Si tuviera que describir con una sola palabra este museo lo
haría con la palabra Hiperralismo. Es curioso que yo que soy amante del arte
abstracto y geométrico, me decanto por el extremo opuesto cuando admiro arte
figurativo. Y es que pueden ser los dos extremos de una misma realidad.
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