Volver a leer una
novela de Jonathan Coe, esta es la tercera que leo, es como respirar aire puro en
una montaña. Quiero decir que la historia entra dentro de uno como lector de
forma tan natural que es una delicia sensorial y se aleja del acto físico de
leer.
Expo 58 es una novela fantástica, costumbrista,
natural, sobre las relaciones de varios personajes que conviven en el pabellón británico
que construyó Reino Unido para conmemorar la Expo 58 en Bruselas. En el pub
Britannia transcurren buena parte de los acontecimientos importantes que nos
llevan desde las escenas de una familia tradicional de los años 50 a los actos
más imaginativos de los espías en plena guerra fría.
En un marco inusitado,
el de la Expo 58 de Bruselas, con el recién inaugurado Atomium, caído después
en desuso, la naturalidad con que Jonathan Coe narra la vida y describe los
caracteres de los personajes ingleses es deliciosa.
Hay en buena
parte cierta ironía ácida también a cómo se desenvolvía el mundo del
contraespionaje, la forma sorprendente de comunicación y transmisión de
información de un bando a otro, y la aparente normalidad con que sus espías
llevan una vida de lo más simple y poco ortodoxa, en cuanto a lo que un espía
pudiera parecer.
Son también muy
interesantes las sesiones rotundas de lógica y sentido común que la madre del
protagonista intenta inculcar en su hijo, deslumbrado por el glamour de una
Expo llena de brillantina, fiestas, cócteles y azafatas, que lo alejan del
mundanal ruido de la vida familiar Londinense.
Una vez más he
acertado con elegir a Jonathan Coe para mi viaje de regreso de Bangladesh, que,
gracias a él, se ha hecho mucho más corto.
Recomiendo su
lectura. Es una lectura pacificadora y balsámica.
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