Sí, todo aquello me dolió, pero como te acabo de decir, en
el momento preciso, cuando más lo necesitaba, me dijiste que me querías a mí.
No me importa ser segundo plato. No me afecta recibir las sobras de tu amor. No
me perturba saber que lo máximo se lo diste a aquel que te dijo que haría y
luego te dijo que no. Porque yo siempre he sabido que dentro de ti esperaba una
semilla de amor. Una pequeña muestra que tarde o temprano germinaría en tu
interior y por ello, siempre me prometí a mí mismo que volveríamos a estar
juntos.
Y ahora míranos, aquí estamos abrazados. Nuestros cuerpos
desnudos frente al mar, con la única compañía de la luna y la brisa que
emborracha mi pasión por ti.
Soy feliz. Soy dichoso. Quiero olvidar todo lo que tu amante
te dijo y tú me repetiste a mí una y otra vez para justificar tu abandono y
para dejarme solo. Sí, todo eso es el pasado y mi corazón mira al frente, al
futuro, libre de ataduras, de frases, de discursos vacíos y me invitan a
decírtelo una y otra vez, una y otra vez, una y otra….
—¡Te quiero!
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