—Yo no te he
llevado la contraria. He expresado mi punto de vista —contestó María.
—Tu punto de
vista no es ese. Estoy seguro porque te conozco, porque sé cómo te gusta
argumentar y llevar la contraria al criterio establecido y porque eres la mejor
profesora que he tenido jamás.
—¡Mejor
profesora, mejor profesora! En el futuro tendrás otros muchos profesores tan
buenos como yo y, seguramente, incluso mejores.
—Eso es
imposible. Sabes que te admiro y que no hay ni habrá nadie mejor que tú.
—Mira,
Álvaro. Los buenos profesores somos un recuerdo. En eso nos convertiremos mucho
más pronto de lo que crees. Tienes que empezar a volar, hacer tu vida y crear
tu camino, equivocarte (créeme, te lo dice una experta en ese arte) y crecer.
—Pero, ¿cómo
voy a hacerlo? Me siento tan inseguro en ocasiones. No sé si lo que pienso es
lo que debería pensar y eso me crea ansiedad.
—Claro, es la
ansiedad del espíritu crítico. No pienses que el mundo se circunscribe a esta
facultad y mucho menos a esta clase de ética. Sal de ella, explora, averigua,
pregúntate, déjate llevar en algunos momentos y, sobre todo, relativiza.
—Vale, vale. Tus consejos siempre me ayudan, pero tú seguirás por aquí ¿no? ¿Podré
preguntarte siempre que lo necesite?
—Yo estaré
por aquí, claro. ¿Dónde va a ir una catedrática de ética divorciada y ex
alcohólica cercana a los 60? Pues a seguir equivocándome, claro, a aprender
cada día con los novatos de primero y a ver cómo mis alumnos dejan el nido.
—¡Jo, qué
pena que se acabe primero!
—No se acaba
primero. Comienza el resto de tu vida. Piensa un momento y recapacita. Tú, ¿qué
prefieres? ¿Existir o vivir?
Vivir 😉
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