Continuando con mi serie de visitas a museos de arte
contemporáneo, durante mi primer viaje a Budapest visité el Ludwig Muzeum,
un pequeño museo de arte ubicado en Pest donde se concentran en una única
planta (la de abajo estaba en montaje) obras del siglo XX de estilos y escuelas
muy variadas. Una estructura un poco deslavazada para mi gusto. Pude contemplar
desde obras de Picasso, pasando por Warhol, artistas multimedia o esculturas
reivindicativas del movimiento feminista. Pero lo que más me sorprendió fueron
las obras testimoniales del movimiento Fluxus,
que yo no conocía y que me ha parecido muy interesante, siempre hablando dentro
del mundo del arte contemporáneo.
Fluxus es un movimiento artístico que agrupó a casi todas las
artes: la música, la literatura y la danza, incluso el cine. Fue especialmente
activo en las décadas de los 60 y los 70 y su principal postulado fue
declararse en contra del objeto artístico tradicional como si fuese una
mercancía, proclamándose como un movimiento sociológico.
El movimiento pretendió en todo momento la interdisciplinariedad y la adopción de medios y materiales procedentes de diferentes campos. El lenguaje utilizado no era el fin, sino un medio para la expresión del arte, entendido como un concepto global.
Y como ejemplo, esta obra de Endre Tót, artista húngaro que expone esta obra inspirada en Picasso y que no deja de ser un cuadro blanco con rectángulo negro en él. Una bobada de obra que encierra, sin embargo, mucho mensaje.
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