martes, 4 de diciembre de 2018

Repulsa carnal


Arturo, cavilaba y le daba vueltas a su problema mientras leía la noticia en El País de que el disco se iba a editar de nuevo en versión digital remasterizada. Acompañaba a la noticia una reseña hecha por el mismo redactor que parió semejante título en su momento, eso sí, añadiendo que se trataba de la reedición de una de las obras maestras del pop español.

¿Cómo puede ser que el tiempo cambie tanto la percepción de algunas cosas?, se preguntaba
Eso es lo que llevaba trajinando por su cabeza Arturo, desde hacía más de un mes, cuando fue humillado en el instituto por tres cafres, supuestos amigos, que habían jodido su autoestima.
Escribía poesías desde que recordaba ser capaz de ligar varias palabras en un mensaje. Siempre en secreto. Siempre poesías de amor, reflexiones sobre la belleza y la armonía de las cosas: Eran temas supuestamente incompatibles con un adolescente de 16 años que vivía en un pequeño pueblo de la España interior. De haberse sabido en el pueblo, hubiese sido inmediatamente catalogado y marginado por esa sensibilidad, de modo que él siempre lo había ocultado.

Sus amigos ni lo sospechaban. Antes bien, solían hacer continuas bromas con la poca cabeza que tenía Arturo y lo torpe que era con los estudios.
De manera que cuando los tres cabrones publicaron en la web del colegio la copia escaneada de su versión de puño y letra de la poesía “Esplendor de primavera” perdió la noción de sí mismo y su mundo, como había sido hasta entonces, terminó.

En realidad, visto con distancia, era algo trivial. Al fin y al cabo, ni había hecho daño a nadie, ni había traicionado la confianza de ninguno de ellos, pero se había hecho público un hecho sumamente íntimo, desconocido incluso para su familia. Eso le hizo sentirse ultrajado, pues mucha gente había llegado (tras la publicación) hasta lo más profundo de su pensamiento sin que él le hubiese dado su permiso. Por eso se sentía hundido.

Las burlas fueron continuas desde entonces. Siempre se acompañaban de una risa y un comentario cruel que le hicieron sumirse en una pequeña depresión.
Ya no salía con la pandilla. Se encerraba en su cuarto al salir del instituto y pasaba las horas leyendo.

Pero él estaba ya relativizándolo. De hecho, fue, al toparse con la noticia de El País cuando supo que aquello terminaría siendo un mero recuerdo de adolescente inseguro.

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