Como aficionado a escritor considero que una premisa básica
para mejorar es leer mucho, y sobre todo leer a los buenos, a los que son
considerados como autores de referencia. Por ello, y aunque soy una persona
relativista que se cuestiona todo, decidí lanzarme a las líneas de Faulkner
(tantas veces alabado en algunos entornos literarios) y acometer la lectura de Las
Palmeras Salvajes, en su traducción de Jorge Luis Borges y con prólogo
de Juan Benet.
Debo decir que la primera decisión del autor de intercalar
capítulos de dos historias diferentes que no tienen nada que ver ya me parece
ilógica. Mejor dicho, innecesaria. Para eso es mejor publicar dos libros o dos
partes diferenciadas. De hecho yo me he leído los capítulos alternos de cada
historia para no perderme.
Es evidente que Faulkner domina el lenguaje y lo utiliza a
su libre albedrío. Lo estruja, lo estira, lo lleva al límite de lo exasperante
y otras veces a la simpleza de lo naif. Y siempre cargado de robustas razones
literarias para hacer su lectura profunda y a veces desasosegante. No es
sencillo deglutir un párrafo de veinte líneas en las que no hay ni un solo
punto o fragmentos de 255 palabras en los que aparecen diecisiete gerundios. La
obstinación de Faulkner por algunas repeticiones y por el ir y volver sobre una
idea, dándole vueltas hasta la extenuación sin que ello suponga avanzar en la
trama es en muchos casos farragoso y aburrido.
He encontrado en Las
Palmeras Salvajes fragmentos magistrales, de esos que dan envidia y que a
uno le hubiera gustado escribir, y pasajes y páginas interminables y aburridas.
Quizá sea la magia del genio y la ambivalencia de su talento. Tal vez es
simplemente el juicio de un lector mediocre o puede que ni lo uno ni lo otro.
De lo que estoy aún más seguro tras terminar la lectura es
de que todo es relativo, ya sabéis que Loabsolutonoexiste, y el hecho de
dar el calificativo de obra maestra a una obra como esta es algo que hay que
circunscribir a una época y un momento concreto. Sí, el tema tratado en la
trama, pudo ser revolucionario en 1939, de acuerdo a la moral de aquel momento,
pero si hoy en día cualquier nuevo escritor hiciese esta misma novela
probablemente ninguna editorial querría publicarla.
Así pues, ¿nos quedamos con
la obra maestra de un escritor famoso o con la obra mediocre de un escritor
sublime? ¿Qué os parece más verosímil? O quizá ninguna de las dos… ¡Qué gallego
me he levantado hoy!
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